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"Lo que la oruga llama 'el fin', el resto del mundo lo llama 'mariposa'."

España, camino de perdición

España, camino de perdición

En la película "Camino de perdición" de Sam Mendes (director también de la maravillosa *American Beauty*), Michael Sullivan (Paul Newman), el reposado y calculador jefe mafioso poseedor de una suerte de conocimiento absoluto, dice: "Hicimos lo que hicimos. Pero no hubo otra opción". No es verdad. Siempre hay otras opciones, y seguramente mejores.  

La ruta desconocida Carmen Cañadas (Oleo)


Fernando Ballestero, en un comentario sobre los recientes premios Nobel de Economía (Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson), nos dice: "La credibilidad en las instituciones sociales y políticas de un país, y la posibilidad de control por los ciudadanos, es la base para la estabilidad y el progreso social y económico. Las sociedades inclusivas son más prósperas y estables".  

Hannah Arendt, una de las pensadoras políticas más influyentes del siglo XX, reflexionó profundamente sobre la fragilidad de las instituciones y el riesgo de su descomposición. En Sobre la revolución (1963), Arendt plantea que la desconfianza en las instituciones está relacionada con la incapacidad de las personas para actuar juntas, lo que genera un vacío de poder que solo conduce al caos.  

Cuando se quiebra la institucionalidad, ese artilugio que llamamos Estado, creado por las sociedades modernas para organizar la vida en común y resolver los problemas sin recurrir a la violencia, resurge la expresión "Estado fallido". Este término se utiliza para referirse a países que, a pesar de tener una configuración formal de organización estatal, sufren un colapso de sus instituciones y no pueden cumplir con las funciones básicas del Estado: mantener el orden, proveer servicios esenciales, garantizar derechos y sostener un marco legal funcional.  

Sin embargo, a pesar de la crisis político-institucional que atraviesa España, no puede considerarse ni de lejos un Estado fallido. No lo diré yo, aunque las declaraciones enloquecidas de la presidenta de la Comunidad de Madrid sugieren que ella sí lo piensa. Las instituciones fundamentales siguen funcionando: el agua sigue saliendo de los grifos, el sistema de salud opera, y otros servicios básicos se mantienen. No obstante, como mencionaba Marx, la superestructura comienza a mostrar grietas. Esto nos lleva a cuestionar si las tensiones políticas no acabarán convirtiéndose en tensiones sociales y, finalmente, en crisis económicas que desquebrajen la infraestructura que nos permite vivir como vivimos.  

 

El reto inmediato para los líderes políticos es equilibrar sus intereses partidistas con el interés general del país. En este sentido, reforzar las instituciones y la sociedad civil es vital para combatir las mentiras y medias verdades que predominan en los enfrentamientos políticos. Esta tarea no recae solo en los políticos, sino en todos los ciudadanos.

Uno de los signos más preocupantes en la política española actual es la incapacidad de los líderes (todos) para reducir la polarización, lo que es un principio esencial para cualquier solución. No vamos a engañarnos: no tienen, ninguno, el más mínimo interés en ello.  

La polarización política ha estado presente desde el fin de la transición democrática, que algunos sitúan en la llegada de los socialistas al poder en 1982. Sin embargo, para entender lo que nos ocurre, sería más acertado decir que la transición política realmente terminó cuando los socialistas cedieron el testigo a la derecha en 1996. Durante aquellos años, ciertos ideólogos de derecha pensaban que las reiteradas victorias de Felipe González pondrían en peligro la democracia española, imaginando que los socialistas se resistirían a abandonar el gobierno voluntariamente. Fue un error de cálculo, ya que la democracia española no colapsó en ese momento. Este hecho demuestra la desconfianza mutua en la alternancia entre partidos, un problema que sigue afectando a la política actual.  

El verdadero problema de la fragilidad democrática en España se ha agudizado en la última década con la fragmentación del panorama político. Aunque la pluralidad de partidos pudo verse inicialmente como un síntoma de salud democrática que "aireaba" el bipartidismo, la realidad ha demostrado que muchos de los nuevos partidos no estaban interesados en regenerar la democracia, sino en ocupar el poder. Esto ha creado, además, un caos ideológico tanto en las filas del PSOE como en las del PP: los socialistas han dejado de lado, por ejemplo, su accidentalismo histórico y han abierto debates soterrados, como el de monarquía o república, que creíamos superados. Por su parte, el PP sigue intentando socavar la independencia judicial para ponerla al servicio de sus intereses políticos inmediatos. Estas son pruebas evidentes de irresponsabilidad democrática.  

 

 

 

CINE 

🔴 Smile 2: la secuela de una de las películas más originales del género

✍🏻 Artículo de Javier Granados, 

TEATRO
🔴 EL LAPSO: Nada está muerto
✍🏻 Artículo de Alberto Morate, 
 
CIENCIA 
🔴 De la relatividad al universo y la física cuántica. Un ensayo de divulgación III
✍🏻 Artículo de Francisco Bernis, 
 
🔴 Hacia la unión profesional médica
✍🏻 Artículo de Tomás Merina Ortega y Salvador Casado.  
 
ACTUALIDAD ESPAÑOLA 
🔴 España, camino de perdición
  Artículo de Álvaro Frutos Rosado
 
🔴 ¡Alabado sea Sánchez!
✍🏻 Artículo de Carlos Miranda, 
EMPRESA 
🔴 Mi burbuja
✍🏻 Artículo de Iñaki Ortega, 
 
COMENTARIOS LITERARIO
EMPRESA 
🔴“Ser un mamón se lleva mucho”
✍🏻 Artículo de S. Pereira
 
 

 

La falta de consensos básicos en temas de Estado y el levantamiento de "muros ideológicos" está frenando la toma de decisiones eficientes, afectando la gobernabilidad de España. Esto ha derivado en una política reactiva, en lugar de proactiva, donde el Estado tiene dificultades para abordar tanto problemas estructurales como cotidianos. Además, la creciente fragmentación territorial añade más divisiones al debate político, con cuestiones identitarias que lo agravan aún más. Muchos políticos parecen haber olvidado que una España federal no es lo mismo que una España confederal. En lugar de reforzar el sistema autonómico con ajustes y retoques necesarios, algunos políticos prefieren exacerbar las divisiones, creyendo que resuelven un problema, pero abriendo dieciséis nuevos.  

En el plano económico, la situación en España es compleja. En 2023, el PIB creció un 2,5%, lo que supera la media europea. Además, la inflación se moderó más de lo esperado, situándose en un 3,1% al final de 2023, ligeramente superior al promedio de la zona euro (2,9%). A pesar de estos signos positivos, la economía española enfrenta grandes desafíos, como la elevada deuda pública y los altos tipos de interés en la eurozona.  

 

El desempleo sigue siendo uno de los problemas más graves de España. Aunque ha disminuido en los últimos años, la tasa de desempleo en España se mantiene en el 11,6% en 2023, una cifra significativamente superior a la media europea (alrededor del 6%). El desempleo juvenil y la calidad del empleo son también preocupantes, reflejando la dependencia estructural del país en sectores como el turismo, una debilidad que no se ha superado ni tras la crisis financiera de 2008 ni después de la pandemia de COVID-19.  

Otro problema grave es el aumento de la desigualdad económica. Los jóvenes, en particular, enfrentan dificultades para encontrar oportunidades, lo que crea un entorno en el que muchos ciudadanos sienten que no están participando en los beneficios del crecimiento económico.  

Como mencionaba Ballestero, la confianza de los ciudadanos en sus instituciones es clave para el bienestar económico. Si esta confianza sigue deteriorándose, la economía se verá afectada aún más gravemente. Según datos del Eurobarómetro, solo el 7% de los españoles confía en los partidos políticos, una cifra muy inferior a la media europea del 21%. En cuanto al gobierno, solo el 20% de los españoles expresa confianza, frente al 36% en Europa.  

La confianza en los medios de comunicación también ha caído drásticamente. En 2016, el 85% de los españoles confiaba en la veracidad de la información de los medios; hoy en día, esa cifra ha caído al 51% (Reuters Institute)


Apesar de la desconfianza creciente, España sigue siendo un miembro clave de la Unión Europea y otras organizaciones internacionales. No obstante, la creciente desconfianza hacia las instituciones europeas también comienza a afectar al país. Aunque el sistema judicial aún sigue funcionando y el Estado de derecho se mantiene, el uso frecuente de los tribunales para resolver disputas políticas es un síntoma de la incapacidad de los líderes políticos para llegar a acuerdos sin recurrir a la justicia.  

 

 

El reto inmediato para los líderes políticos es equilibrar sus intereses partidistas con el interés general del país. En este sentido, reforzar las instituciones y la sociedad civil es vital para combatir las mentiras y medias verdades que predominan en los enfrentamientos políticos. Esta tarea no recae solo en los políticos, sino en todos los ciudadanos.


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