Los agentes del caso han dado detalles de la investigación y afirman que desde el primer momento Bernardo Montoya fue "sospechoso con mayúsculas".
En una multitudinaria rueda de Prensa, el coronel de la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva,
Ezequiel Romero; y el teniente coronel de la Unidad Central Operativa (UCO),
Jesús García, han relatado los pormenores de la investigación sobre la
desaparición y posterior homicidio de la joven Laura Luelmo en el municipio onubense de El Campillo.
Los investigadores han querido
aclarar algunos puntos. Sobre todo, han insistido en que su hipótesis es que
la joven murió el mismo día de su desaparición, a pesar de que los primeros datos de la autopsia revelaron que la muerte se produjera entre el 14 y el 15 de diciembre, es decir,
dos días después de desaparecer. De ser cierto este dato, cabría la posibilidad de que la chica hubiese estado retenida por el asesino confeso, pero es algo que descartan absolutamente. Los agentes han aclarado que la autopsia aún no es definitiva "
estamos a la espera de analizar muchas cosas para determinar la hora de la muerte. Tenemos también la circunstancia que hablamos de la sierra de Huelva, que alcanza temperaturas muy bajas. Eso hace que el cadáver se haya mantenido muy bien", ha detallado el coronel Romero.
Sobre el otro asunto primordial de la investigación, las agentes han
confirmado que la profesora zamorana sufrió una violación ya que se hallaron restos de semen. Por tanto, el autor confeso del asesinato lo que quiso desde el primer momento es cometer la violación de su nueva vecina y después la mató.
Los hechos conocidos y comprobados de lo sucedido han permitido a los agentes hacer una
reconstrucción más o menos definitiva de cómo sucedió todo. Laura Luelmo se comunicó por última vez con su novio el
12 de diciembre sobre las 16:22 horas cuando el envió un mensaje de WhatsApp comunicándole que no sabía si iba a salir a andar porque hacía mucho viento. Los agentes han confirmado que "a pesar de que se dijo que se iba a correr, eso no es cierto. Por prescripción médica no solía ir a correr, no corría. Tampoco era una persona que se adentrara en el campo. Más bien era un poco miedosa a salirse del entorno donde hay personas", ha aclarado el oficial Romero.
Lo que sí hizo Laura fue dirigirse al
supermercado del pueblo donde hizo una compra a las 17:20 aproximadamente. A las
18:10, han relatado los agentes,
un vecino ve el coche de Bernardo Montoya con el maletero abierto. Estos datos permiten asegurar a los investigadores que
entre esas horas fue cuando sucedió todo. Cuando la chica vuelve del supermercado, Bernardo Montoya la coge por la fuerza y la mete en su casa. Allí le ata las manos atrás, le tapa la boca con una cinta y la tira al suelo. En ese momento, describen los agentes, Montoya sale de la casa a recoger un brasero de picón que había dejado en la puerta y cuando regresa se encuentra a Laura levantada y
le propina una patada en el costado. El asesino confeso enfurece y la golpea contra el suelo. "Tal cual la tiene, se asusta", ha descrito el oficial, por lo que decide meterla en el maletero de su coche y llevarla al campo.
Allí, antes de abandonarla, se produce la agresión sexual. La Guardia Civil ha podido comparar el relato que el mismo asesino hizo, con pruebas que en algunos casos confirman lo que dice y en otros le contradicen, pero el relato de los hechos son casi definitivos.
El día
13 de diciembre, el padre de Laura pone una
denuncia por la desaparición de su hija de la que no saben nada desde la tarde anterior y, además, ese día, jueves, no ha acudido a su centro de trabajo. A las pocas horas, la dueña de la casa que tenía alquilada la profesora acude allí con los agentes para entrar en la vivienda. En un primer momento no ven nada que les llame la atención ni observan indicios de robo o de otro tipo.
Ya el 14 de diciembre la brigada "
transmite la desaparición de Laura y desde un inicio vemos que es un poco raro, porque es una chica de 26 años, joven, que ha venido de profesora a hacer una sustitución, que lleva muy poco y por la denuncia del padre no se ve nada raro en cuanto a ella, pero sí raro por la desaparición", relatan los agentes.
Desde ese día los agentes, que ya conocen el último mensaje que la chica envió al novio, comienzan a trabajar en dos hipótesis, la de la desaparición por si se ha perdido en el campo y la investigación por si le ha sucedido algo.
Ese 14 de diciembre llegan a la zona el padre y el novio de la chica para iniciar su búsqueda y se lo comunican a la Guardia Civil. Lo primero que hacen es entrar nuevamente en la casa para averiguar si falta algo y se dan cuenta que faltan unas zapatillas de deporte y unas mallas, por lo que cobra fuerza la idea de que la chica salió a pasear. Al salir de la casa, se encuentran con el vecino de enfrente, Bernardo Montoya, a quien los agentes proceden a identificar y le preguntan por su vecina, pero afirma que ni siquiera sabía que en esa casa viviera alguien. Su actitud y, sobre todo, sus antecedentes hicieron a los agentes sospechar de él desde el primer momento y comienza una vigilancia que
acaba con su detención y posterior confesión a los pocos días.