Durante su ponencia, la Vicepresidenta ha declarado que "la historia del poder es siempre de confrontación y puntualmente de violencia, pero tras la fundación de los EEUU y la Revolución Francesa asumimos que el poder no es divino, sino humano, y debíamos aprender a administrarlo, a participar de él mediante el sufragio y a articularlo a través de normas e instituciones, acabando así con los Estados absolutos. Se inició una andadura civilizatoria que no ha sido fácil, nos ha costado 200 años ordenar el poder y el sistema jurídico en las democracias”.
No obstante, Calvo ha señalado que "esas primeras revoluciones pretendían modificar las estructuras del modelo de convivencia colectivo desde una perspectiva patriarcal, sin las mujeres. Seguíamos siendo las madres, las hermanas y esposas de los ciudadanos, y esto supuso una tropelía dentro de la propia revolución, por lo que el mundo moderno arrancó con esa parte inaceptable de irracionalidad. Paradójicamente, cuando se establece que los gobiernos deben ser ejercidos por la mayoría, la mayoría estaba excluida, porque las mujeres siempre hemos sido la mayoría”.
“La revolución femenina que iniciamos hace 200 años no ha terminado, y en muchos lugares de nuestro planeta está muy lejos de completarse; aún a día de hoy tiene más que ver con la democracia más elemental que con propuestas innovadoras. Para alcanzar nuestro objetivo necesitamos las políticas de igualdad, pero la igualdad no es la meta. La meta es la libertad total, individual y diversa de cada una de nosotras”, ha añadido la Vicepresidenta en funciones.
Carmen Calvo ha incidido asimismo en que “al propio movimiento sindical le costó mucho trabajo entender la posición de las trabajadoras. Por un lado continúa la lucha por la incorporación, siempre lenta e injusta pero progresiva, de la mujer al mercado laboral, con sus derechos, su salario, su independencia económica y sus pensiones justas. Por otra parte las sociedades modernas comienzan a plantearse desde no hace mucho tiempo el desarrollo del sector de los cuidados, donde las mujeres acumulamos experiencia histórica y el salto debe ser la formalización de ese trabajo a través de las políticas asistenciales”.
Por último, Calvo ha concluido afirmando que “el término ‘feminismo’ ha estado denostado hasta el 8 de marzo de 2017. Desde entonces hemos dado pasos de gigante y ya nadie entiende que la agenda de la democracia internacional se vaya a poder desarrollar sin el feminismo. Por eso es determinante que los sindicatos hagan una puesta a punto por los derechos laborales de las mujeres, porque es el futuro por el que hay que trabajar”.