Matar moscas a cañonazos nos recuerda demasiado al estilo autoritario del líder de la oposición y digno heredero de Aznar. "Tenemos un problema en Irák", pues si para matar a Husein, hay que bombarder a todo un pueblo, hagámoslo y de paso damos un buen empujón al negocio de las armas.
Aprobar la Ley de prisión permanente revisable fue todo un hito judicial del pasado gobierno de Mariano Rajoy. Funcionando desde hace tres años, con esa ley vigente, el convicto Bernardo Montoya ha tenido todos los caminos despejados para asesinar a Laura Luelmo de manera depredadora y atroz, y además hasta había cumplido íntegra su condena. Diecisiete años por asesinato a una anciana, más otros tres por delitos varios, en total veinte años en la cárcel. Ya sabemos que ante la sangre todavía caliente de una víctima a todos nos sale el instinto de linchamiento. Pero no se legisla con ese instinto, y eso hay que entenderlo y hacerlo entender. Los monstruos sicópatas existen porque la sociedad los crea. Por tanto, a la sociedad le corresponde "tratarlos", desactivarlos y protegernos a todos, especialmente a las mujeres, de su criminal obsesión sexual. Si instituciones penitenciarias hubiera cursado orden a la Guardia Civil de El Campillo, y estos a asistentes sociales, Ayuntamiento, vecinos, etc, Montoya no hubiera estado viviendo enfrente de una chica, joven, atractiva, forastera, y sola... El cóctel que nunca hubiera tenido que existir. Fallamos la tribu y las fuerzas que están encargadas de protegernos. No es una cuestión de añadir años y más años a las condenas. Es una cuestión de bajar a tierra, asumir que el problema existe y que va inherente a la condición humana por tanto hay que detectarlo y tratarlo a tiempo. Nunca después. Actuar en lugar de reaccionar.
Al flamante presidente popular, Pablo Casado, se le notan demasiado dos o tres cosillas. Una, su ansia de echar a Sánchez, de forma desmedida y desintelectualizada, que le puede y le empuja a cometer deslices cada vez más grossos e impertinentes para la inteligencia colectiva. No sólo se arranca con el hito histórico más importante de la Humanidad, "cuando Cristobal Colón descubrió América", sino que su nivel va in crescendo. Digno alumno de su mentor, aunque mala copia del mismo, Jose María Aznar, ahora Casado se ha lanzado, sin freno, a la pendiente del extremismo ultra, (imitando al Tea Party norteamericano) defendiendo por ejemplo los toros o matar animales, de la misma idiota manera que lo hizo su padrino ideológico cuando defendía "beber las copas de vino que le diera la gana y conducir con ellas puestas", total, ambos son defensores a ultranza de las libertades individuales, dicen ellos, y capaces de presumir de semejantes majaderías.
Dos, Casado saca los trapos sucios de su propia incompetencia de forma inoportuna y sin venir a cuento, y si para ello tiene que pisar la defensa de la integridad territorial y de los intereses del Estado, da igual. Nosotros destrocemos para llegar y cuando lleguemos ya lo arreglaremos. O lo que es lo mismo, la matraca dirigida a Sánchez una y otra vez: "usted aplique el artículo 155 de la Constitución y si no es capaz, váyase que ya lo aplicaremos nosotros". Un gran demócrata sí señor. El pincel fino de la política y del bienestar colectivo no está en el horizonte neuronal del joven poseedor de master en Harvard, Pablo Casado. Más bien es de los que creen que a la gente hay que tratarla como a borregos, metiéndoles en su corral a bastonazos. O traducido a los vulnerables, echando a los emigrantes a patadas, o desprotegiendo a la mujer en su condición de género, o distinguiendo hospitales y escuelas para ricos y para pobres, etc. La política de brocha gorda, grosera, nada matizada, nada elevada, es lo suyo. O lo que es lo mismo, el infame populismo de no importarle transitar aquellos caminos que no sirven sino para abrir la crispación entre españoles en general, y catalanes en particular. Destrocemos, ganemos y luego lo arreglamos, es su eslogan político.
Y tres, con la sangre caliente de un terrible crimen machista que revuelve las tripas a todas las mujeres y en general a toda la sociedad, no le importa en absoluto al líder Casado bajar al umbral de todas las bajezas, y utilizar el dolor de las familias para llevar al Parlamente un hecho que ni siquiera está políticamente en cuestión, en este momento. La derogación de la Ley de la prisión permanente revisable, lo que de facto constituye, si así se quiere, una encubierta cadena perpetua. "No derogue usted la Ley de prisión permanente", lanza Casado al presidente Sánchez, durante la pasada sesión de control al Gobierno. A lo que, inmediatamente, la portavoz adjunta de Podemos, Ione Besara, le contestó: "Lo que ha hecho hoy el señor Casado con el asesinato de Laura Luelmo es absolutamente infame".
"Es como si vendedores de armas cada vez que hay un asesinato recomendaran que todo el mundo lleve pistola -reaccionó la diputada Besara- Basta ya|, déjenos en paz a las mujeres no necesitamos ni pistoleros ni prisión permanente revisaba. Lo que necesitamos son políticas Públicas que nos protejan antes de que nos maten".
Pues eso, los monstruos que creamos nosotros, existen, han existido y seguirán existiendo, mientras la propia sociedad, sus gobernantes, legisladores y fuerzas de seguridad del Estado, no diseñen, desarrollen, doten y apliquen medidas eficaces y bien estudiadas para "prevenir y tratar al delincuente, vigilarlo adecuadamente y protegernos de ellos". Las asociaciones progresistas de magistrados y los gobiernos europeos más avanzados y protectores de derechos humanos, bien los saben, en países donde estas medidas están más desarrolladas, la violencia sexual y los depredadores sicópatas, como los "Montoya", los "chicle", "Rafita", Anglés, Ortiz, el pederasta de Ciudad Lineal, Carcaño, de Marta del Castillo, etc, por mucho que les guardemos en el cajón de por vida, darán paso a otros nuevos.