Último pleno del Congreso. Sube a la tribuna Pablo Casado. Me preparo para oír lo de siempre contra Sánchez y contra el gobierno. Me preparo para el aburrimiento porque la indignación se me ha muerto de tanto usarla. Pero he aquí que, de pronto, las palabras del jefe de la oposición me alertan como una puñalada en el centro cerebral de la atención. La mandíbula inferior se me cae. Los ojos se me desorbitan. Mis oídos se preguntan, incrédulos, si han oído lo que creen haber oído.