Por puro azar, este viernes 20 de septiembre, he ido a hacer una preciosa excursión a la Font de Coveta, en el Parque de Mariola que recomiendo vivamente. También, por pura casualidad, dicho parque comparte terreno con Banyeres de Mariola que, también por puro azar, resulta que es el lugar de origen y nacimiento del padre de un íntimo amigo, de manera que la visita era obligada.
Cualquiera que vaya por esa zona, salvo que esté hecho de algún material extraño, debe ser capaz de estremecerse pensando en lo que debía ser ese entorno en los años 50: una auténtica centrifugadora de migrantes hacia las grandes ciudades, verdaderos héroes que hicieron de España lo que, años más tarde, recibimos nosotros. Como este pueblo de Banyeres podemos encontrar cientos de reductos en España que lanzaron a sus mejores hijos a conquistar las grandes ciudades como Madrid, Barcelona o, aún más lejos, Alemania.
Cualquiera que piense en ese primer viaje, en los miedos, las esperanzas, la tragedia del desarraigo y el anonimato; cualquiera que pueda tener un mínimo de empatía con sus altos y sus bajos, sus esperanzas, decepciones y triunfos, puede trasladar aquella tragedia a la que hoy viven miles de emigrantes que sueñan con una vida mejor en esa lejana Europa que se les insinúa y provoca desde las televisiones.
Aquellos despreciados charnegos o “paletos” se dejaron el alma persiguiendo sus sueños y luchando contra el desprecio, la marginalidad, la pobreza y el miedo; el inmenso y omnipresente miedo a fracasar y tener que volver. Aquellos vivieron exactamente lo que hoy viven muchos de sus modernos “colegas” inmigrantes deseosos de poder trabajar como galeotes y formar parte de la modernidad.
Aquellos fueron, sin ningún tipo de duda, verdaderos héroes que sacaron adelante no sólo sus sueños, sino a sus familias, a sus hijos y derramaron generosidad en sus localidades de origen. Sus homólogos de hoy son catalogados como el primer problema del país, así que, a todos los problemas que ya sabían que deberían vencer, se ha sumado uno más: la invención de un estado social que no me creo.
Alguien debería avergonzarse de ello ante el espejo y ante la historia de sus propios abuelos.