La anunciada moción de censura que ha presentado Vox, asociándole como candidato a presidente del Gobierno al octogenario ex-profesor Ramón Tamames, es un acto sin sentido, un absurdo, algo extravagante, vituperable e irregular, un hecho irracional, arbitrario y disparatado, una acción chocante y opuesta a la razón; en resumen, un contradiós. Vayan por delante estos calificativos para anticipar lo que se deducirá de los argumentos que siguen.
Los objetivos razonables de una moción de censura pueden ser dos: o bien se han reunido los votos suficientes para aprobarla y se pretende con ella reemplazar al presidente en curso por otro alternativo; o bien no se dispone de los votos, pero se utiliza como herramienta para hacer ver a los ciudadanos que tal alternativa existe y que es mejor que la que ostenta el poder en ese momento. Por eso, el desarrollo previsto consiste en la exposición por parte del candidato a presidente de su programa alternativo, seguido de un debate en el que el presidente en curso se defiende y el resto de los partidos se pronuncian a favor o en contra, exponiendo sus razones para tal pronunciamiento.
En el caso que nos ocupa, el primer objetivo está descartado, pues se sabe de antemano que la moción sólo contará con los votos de Vox y la abstención del PP. El resto de los partidos votará presumiblemente en contra. O sea, la moción solo obtendrá 52 votos de los 176 requeridos. Esto ya permite intuir el carácter esperpéntico de la iniciativa. Las otras cuatro mociones de nuestra democracia obtuvieron, respectivamente, 152 votos -Felipe González contra Adolfo Suárez en 1980-, 67 votos -Antonio Hernández Mancha (AP) contra Felipe González en 1987-, 82 votos -Pablo Iglesias (UP) contra Mariano Rajoy en 2020-, 180 votos -Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy en 2018, resultando en este caso aprobada la moción- y 52 votos -Santiago Abascal (Vox) contra Pedro Sánchez en 2020-. Se aprecia con estos datos que Vox reincide en el esperpento, si bien en la de 2020 perseguía al menos el segundo de los objetivos.
En la que se presenta ahora, el segundo objetivo queda también descartado, porque el señor Tamames no va a defender el programa de Vox, sino que nos va a exponer sus propias ideas políticas y su opinión de cómo ve él los problemas actuales de España. Es decir, no se nos ofrece a los ciudadanos una alternativa de gobierno con el propósito de recabar votos para dicho programa en unas futuras elecciones. En el improbable caso de que el señor Tamames nos convenciera, no habría forma de votarle después.
En las entrevistas que el candidato ha prodigado estos días, ha dejado claro estos extremos: "yo no tengo por qué defender Vox, nadie me lo ha pedido”, “me han pedido que explique, desde mi punto de vista, cómo está España, que hable libremente”.
El cuñadismo se debe ejercer en las comidas de Navidad y en los bares, pero no en la sede de la soberanía nacional
En su idea de España entra, por ejemplo, preservar las autonomías, combatir el cambio climático, mantener legalizados a los partidos independentistas y no considerar —¡que alivio!— que Pedro Sánchez sea un criminal. Opiniones todas ellas diametralmente opuestas a las que defiende Vox. Tan opuestas, que estos días ha cundido un creciente nerviosismo en las filas de este partido.
Ante este panorama, podemos imaginar las razones del señor Tamames para prestarse a este juego -aunque no son lo más relevante desde un punto de vista político- pero no se llegan a entender las razones de Vox. ¿Qué espera ganar Vox con esta pantomima de moción? Su programa va a quedar desautorizado por el mismísimo candidato que ellos presentan y el candidato natural de Vox, Santiago Abascal, va a quedar relegado a un segundo plano. Entonces, ¿qué pretenden? La única explicación que encuentro es que quieran convertir al Parlamento en un sainete y desprestigiar su función, que es lo que vienen haciendo sus portavoces cada día. Cuanto más se desprestigien las instituciones democráticas, mejor para ellos, porque su futuro político está ligado a la degradación de la democracia. Aparte de eso, sólo van a generar ruido, porque las opiniones del señor Tamames, por muy críticas que sean con el Gobierno, no tienen continuidad en una futura oferta electoral.
En cuanto al señor Tamames, es un triste colofón para su carrera política el prestarse al juego de Vox. Yo escucharía con atención sus opiniones en otro contexto, por ejemplo, en una entrevista en televisión o en una mesa redonda. A pesar de su deriva conservadora, todavía sigue siendo el autor de “Estructura económica de España”, fue uno de los primeros ecologistas con su campaña del “día del árbol” cuando en 1979 era el primer teniente de alcalde de Madrid, y tiene otros muchos méritos como autor y profesor. Seguro que tiene cosas bien argumentadas que decir.
Pero utilizar el Parlamento español para satisfacer su ego y hacerlo de la mano de Vox, me resulta inaceptable. El cuñadismo se debe ejercer en las comidas de Navidad y en los bares, pero no en la sede de la soberanía nacional.