Más allá de las sensaciones, la pintura de Paul Cezanne (1839-1906) es intelectualmente evocadora. Así se refleja en cada uno de los cuadros de la bella exposición temporal que en este momento tiene lugar en Londres, en el Museo Nacional Británico de Arte Moderno, conocido comúnmente como Tate Modern. Un vibrante viaje sobre la obra pictórica del artista francés a través de once salas, se convierte en una experiencia maravillosa al poder explorar colores, formas, matices propios de un estilo único. Con ochenta cuadros precedentes de todos los rincones del planeta, esta exhibición además de recoger lienzos de colecciones privadas, reúne obras que pertenecen habitualmente a los museos de Tokio, París, Frankfurt, Madrid, Sao Paolo, Los Ángeles, Dallas, Washington, Chicago y por supuesto Nueva York.
Para Paul Cezanne, lo esencial de las cosas nunca cambia. Heredando claramente las bases del impresionismo, cuya técnica reposa en el novedoso manejo de la luz para lograr belleza y balance por medio de esas “manchas de colores”. Esas manchas que juegan constantemente sobre el lienzo formando una policromía amplia que requiere de cierta distancia para su apreciación, se convirtió en una nueva forma de pintar que nos ha seducido a todos. El impresionismo surgía en un contexto de avances económicos y sociales en una Europa que ya había experimentado el surgimiento de la revolución industrial y cuyo progreso económico, técnico y comercial era la línea que anidaba en los pensamientos de la sociedad europea de la segunda mitad del siglo XIX. En esas vibraciones, el joven Cezanne se ve envuelto, advirtiendo que el impresionismo rompe con siglos de tendencia pictórica (desde el siglo XV no había cambios en la técnica) ofreciendo una propuesta novedosa que él interioriza, decidiendo, no obstante, dar un paso más.
Cezanne se convierte en uno de los protagonistas del postimpresionismo. La evolución, riqueza y diversidad de obras que ofrece la actual exhibición en el Tate Modern muestra los vaivenes, inquietudes y cuestionamientos de un pintor que nace en Aix-en Provence (Francia). Miembro de una familia acomodada, el joven pintor se verá constantemente presionado por su padre, quien deseaba con vehemencia que se convirtiera en jurista. Pese a las presiones, Cezanne decide emprender la aventura artística; con una vida a caballo entre Aix-en-Provence y París, el artista irá formando su concepción intelectual sobre el significado de la pintura. Su estrecha amistad desde la niñez y sus reflexiones compartidas con el escritor francés Émile Zola serán de gran influencia, así como su admiración por el pintor Camille Pisarro, personaje que encuentra en la Academia de Charles Suisse y que llegaría a ser gran amigo y mentor. Zola y Pisarro se convirtieron en ejes fundamentales en la vida de un artista frecuentemente incomprendido, aunque siempre reflexivo. Seguramente una de las obras más llamativas de la exposición y menos conocida ha sido “El negro Scipio”, lienzo que no deja indiferente a nadie al retratarse magistralmente el agotamiento físico y moral de un hombre de etnia negra. Un cuadro pintado en 1867 que muestra ya la singularidad de las pinceladas de Cezanne que busca imprimir su estilo de movimiento, color y luz. Como un reclamo en silencio, esa bella obra encarna la inquietud y consternación que subyace en aquella época convulsa que se vivía a escala global. Francia mantenía su poderío colonial y en Estados Unidos se debatía sobre la esclavitud teniendo lugar la Guerra de Secesión.
Pero ¿por qué es tan importante Cezanne? Probablemente la virtud más grande del pintor sea su capacidad por hacer que la pintura encarne algo más que un clásico retrato. Más bien, que la pintura por sí sola recree una dinámica de movimiento y luz al ritmo de una geometrización. Cezanne sienta las bases del cubismo que ha fascinado a tantos como Picasso. Además de mostrar algunos retratos de familiares realizados por el pintor, la exposición despliega una interesante serie de distintos paisajes, poblados y numerosos bodegones que demuestran el interés del artista por definir los objetos respecto a sus formas geométricas esenciales. La volumetría sería desarrollada por Cezanne como un rasgo característico de su propia técnica que lograría imprimir gracias a la yuxtaposición de colores que se observan en sus pinceladas paralelas. Los bodegones que tantas veces pintó acompañados de manzanas o peras son capaces de emitir luz propia, abandonando así la técnica habitual que consistía en hacer que la luz provenga del exterior y se refleje sobre los objetos. Todo lo contrario, Cezanne recrea la luz en las matizaciones, haciendo asimismo posible la movilidad, como si las manzanas cobraran vida propia. Cezanne no solo ha conquistado París con una manzana, sino más bien nos ha regalado esa magia que consiste en unir movilidad y estabilidad en el arte.