Se podría decir que “Porque te vas” siempre ha formado parte de la banda sonora de mi vida por Carlos Saura, al igual que temas como “Rocío”, “Debajo del platanero” o “Me quedo contigo”.
Se podría decir también que descubrí de verdad el pasado más oscuro de nuestro país con el mejor y nítido blanco y negro de La caza (1966) o a través del olvido del personaje de Antonio Cano en El jardín de las delicias (1970).
Se podría decir también que José Luis López Vázquez se convirtió en uno de mis actores favoritos gracias a sus múltiples protagónicos en la filmografía de Saura o que el flamenco de repente pasó a ser casi un género cinematográfico en sí mismo a raíz de Carmen (1983), El amor brujo (1986) o Bodas de sangre (1981).
Se podría decir también que para mí el franquismo quedó representado en mi memoria como aquel personaje de La prima Angélica (1974) que lleva literalmente el saludo fascista en cabestrillo o que la República española quedó en mi retina como Carmen Maura en un escenario de la mano de Andrés Pajares en ¡Ay, Carmela! (1990), que de repente se vislumbró como un grandísimo actor y no como un protagonista de aquellas historias del destape.
Se podría decir que me di cuenta de que un director podía comprender perfectamente a sus personajes en una película gracias a Deprisa, deprisa (1981), que un rostro infantil podía ser el rostro casi del cine de una generación gracias a Ana Torrent en Cría Cuervos (1976), que la mezcla de recuerdos del pasado se confunde a veces con la realidad presente a partir del visionado de Elisa, vida mía (1977) o que me percaté del peligro de las obsesiones gracias a Peppermint Frappé (1967).
Podría terminar diciendo que los españoles somos afortunados de tener a un director como a Carlos Saura entre nuestras listas, pero ahí están sus obras, 50 títulos únicos e inigualables, con sus luces y con sus sombras, con la historia como telón de fondo, la música como bandera y la variedad y experimentación como sello a lo largo de toda su carrera y por lo mucho que me marcaron algunos de sus títulos, podría confesar que su metraje ha conformado una parte de mí.
Seguiremos caminando por la senda del cinematógrafo al ritmo de Jeanette, teniendo en mente muchos de sus memorables fotogramas, donde en cada historia, aparte de los muchos simbolismos, demostró que hizo siempre todo lo que le dejaron hacer
Concluyo finalmente con un ligero fundido a negro, acordándome de cómo casualmente imaginaba que Carlos Saura le entregaba un premio a uno de los personajes de mi último corto y así le cito aquí: “Siempre dije que la imaginación es más rápida que la velocidad de la luz”.
Seguiremos caminando por la senda del cinematógrafo al ritmo de Jeanette, teniendo en mente muchos de sus memorables fotogramas, donde en cada historia, aparte de los muchos simbolismos, demostró que hizo siempre todo lo que le dejaron hacer, aun luchando en sus inicios contra la censura. Y referido a muchos de sus planos, pongo punto final a este texto con este párrafo de Manuel Machado:
“En el cinematógrafo de mi memoria tengo cintas medio borrosas… ¿Son escenas de verdad o de sueños?”
¿Bailamos? https://youtu.be/WmP-hUvDSNA