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"Lo que la oruga llama 'el fin', el resto del mundo lo llama 'mariposa'."

El imperio de los salvajes

El imperio de los salvajes

"Narcisista patológico, ególatra, soberbio…" No son calificativos que se refieran exclusivamente a la actuación social de una persona, son juicios que apuntan al núcleo de su alma o de su mente, como se quiera; juicios que apuntan contra lo que alguien es como ser humano; juicios que niegan a un ser humano la esencia de la humanidad que es la empatía. Ni su peor enemigo puede atribuir a Pedro Sánchez en serio esas cualidades propias de un dictador populista que entiende su actuación política, su gobierno, como actos dirigidos al único fin de mantener su personalidad en la cumbre mediante el ejercicio arbitrario del poder. Tomando en cuenta sus intervenciones públicas, comedidas, evidentemente meditadas; su actuación sobria y correcta en el Congreso y el Senado; en la aprobación de decretos y proyectos de ley en el Consejo de Ministros; en su trato con ciudadanos anónimos, ¿hay alguien en su sano juicio que se atreva a atribuir a Pedro Sánchez en público las características psicológicas e histriónicas de un Mussolini, de un Hitler, de un Trump, de los dictadorzuelos varios que hoy pululan por Europa y por América? Sí, hay y muchos. Que esas personas estén en su sano juicio es asunto de psiquiatras, aunque para percibir el despropósito, basta el sentido común. Lo que de verdad debe importarnos porque nos va en ello la calidad de nuestra vida, son las intenciones que mueven a ciertos políticos, periodistas y analistas a escribir y decir en los medios salvajadas contra el presidente del gobierno sin escrúpulo alguno, sin siquiera temor a ponerse en ridículo o a crear dudas sobre su salud mental. 

 

Casado dirige sus ataques continuos al presidente del Gobierno durante una sesión en el Congreso de los Diputados / Foto: Europa Press


Acabamos de asistir a una crisis de gobierno. La frase puede confundir a incultos y desinformados porque la palabra crisis por sí sola se refiere a un cambio traumático más o menos grave en la vida de una persona o en la situación social, política o económica de un país. Una crisis de gobierno, sin embargo, es simplemente un cambio o la remodelación de un gobierno con causas y consecuencias que no tienen por qué ser traumáticas y que muy raras veces lo son.  Que se produzca esta confusión no es de extrañar. No todo el mundo ha tenido medios para estudiar ni tiene tiempo para informarse. Pero, ¿qué decir cuando un político que ha obtenido, presuntamente, un título universitario y preside un partido confunde una crisis de gobierno con una "carnicería" perpetrada por el presidente del Gobierno para librarse de ministros de su propio partido que no le son afines? Esta es la imagen del presidente que Pablo Casado quiere imprimir en las mentes de quienes le escuchan. 

 

Las palabras no son elementos inertes. Llegan a la mente, revuelven la memoria  y excitan la imaginación. Quien en su mente no tenga un ojo atento para distinguir disparates y mentiras, puede imaginar a Pedro Sánchez puñal en mano degollando ministros de su propio partido mientras corre la sangre por la gran mesa del Consejo, aunque el degüello sea puramente metafórico. ¿Exagero? No. El cine se ha encargado de que una sierra mecánica sugiera a muchos, en vez de un árbol por podar, una masacre sangrienta. Las palabras pueden ser peligrosas y hoy más que nunca porque la gente no tiene casi tiempo para reflexionar sobre lo que lee o lo que escucha.  Eso lo saben los asesores de propaganda de los partidos y su trabajo es exprimirse el cerebro para encontrar las palabras que mejor puedan penetrar en los cerebros del prójimo y excitar sus emociones. Para describir al presidente del gobierno que  acababa de anunciar un cambio de ministros, líderes y medios de las tres derechas utilizaron palabras tan gráficas como para inducir pesadillas: vampiro, psicópata, serpiente, dragón. En ese escenario terrorífico, los ignorantes y los crédulos pueden acabar creyendo que una crisis de gobierno es una catástrofe universal causada por un demente. ¿Hay algo en la postura, en los gestos, en las palabras de Pedro Sánchez que sugieran un trastorno mental? ¿Por qué, entonces, los líderes y portavoces de los partidos de las tres derechas se empeñan en negar la cordura del presidente del gobierno?     

 

La respuesta a las preguntas que suscita la actitud, aparentemente incomprensible, de las tres derechas, es trascendental. Comparar con una carnicería criminal a una crisis de gobierno, concebida y planeada para hacer frente a la reconstrucción del país, y comparar al presidente del gobierno con los monstruos que se han utilizado para describirle, demuestra, sin lugar a dudas, la voluntad de las derechas de degradar la política. Parece palmario que Pedro Sánchez es la diana de los dardos envenenados de las derechas. Parece evidente que sus ataques a muerte contra Sánchez obedecen a la lucha  ancestral del quítate tú para ponerme yo. Pero esta es solo la faceta más superficial del asunto. En el fondo, la degradación de la política persigue siempre la destrucción de la democracia y es esta intención oculta la que entraña un peligro que ningún ciudadano que se precie debe ignorar.

 

La crisis de gobierno anunciada por el presidente el pasado 10 de julio indica a cualquier entendimiento con luces que el país se enfrenta a una transformación para superar la depresión económica y la pandemia que siguió. Transformación es cambio. Cambiar a los ministros que tendrán que dirigir esa transformación revela a un presidente atento a la realidad del país y dispuesto a anteponer las necesidades y los intereses de los ciudadanos a sus propios intereses y preferencias. 

 

Todo lo que dice el párrafo anterior es tan evidente y elemental que es posible que a alguien le parezca un insulto a su inteligencia que se lo expliquen. Pero es que  yo no consigo explicarme por qué los comentaristas de diferentes medios han consumido horas rumiando, escribiendo, tratando un acto tan sencillamente explicable como esta remodelación de gobierno, para salpimentar sus comentarios en el aire con  reacciones y  dimes y diretes más propios de revistas y programas del corazón que de entrevistas y tertulias de análisis político. ¿Es que en este país, quienes se dedican al análisis político en un medio de comunicación no entienden que para cualquier persona normal, los decretos y los proyectos de ley que se encontrarán los nuevos ministros en la mesa son infinitamente, vitalmente  más importantes que si Calvo y Ábalos daban señales de agotamiento y Sánchez no les comunicó personalmente su destitución, razón por la cual están los dos cabreadísimos, cosa a la que no hay derecho porque ambos mostraron siempre una inquebrantable fidelidad a Sánchez y etc., etc., etc.? 

 

Digo que yo no consigo explicarme por qué tanta frivolidad, por qué tanto desvío de lo vital para los ciudadanos del país, pero no es del todo cierto. Leyendo noticias y artículos de opinión y viendo vídeos sobre la crisis de gobierno en medios afines a las tres derechas compruebo, sin la más mínima sorpresa, que en todos  predomina la voluntad de buscar y destacar follón. Lo que me sorprende es descubrir la misma voluntad en lo que se considera periodismo serio. Es ahí donde mi por qué recibe como respuesta una sospecha. Por varios y diversos motivos, los políticos de las tres derechas quieren acabar con el gobierno socialista. Por motivos muy similares en el fondo, los medios de comunicación que sirven a las tres derechas de altavoz, quieren lo mismo. ¿Y los supuestamente serios? Un gobierno socialista no ofrece a empresa alguna la garantía de velar por sus intereses por encima de cualquier otra  consideración, garantía que sí ofrece el neoliberalismo, base ideológica de las derechas que las hace amigas del gran capital. 

 

O sea, que quienes tienen y mueven el dinero y no quieren que nadie les diga cómo lo tienen que mover están dispuestos a cualquier cosa para acabar con el gobierno socialista. Y todos saben que para acabar con el gobierno socialista hay que acabar con Pedro Sánchez, fundamento y columna visible que garantiza su solidez. De ahí que Pablo Casado intente convencer a todos los españoles de que Pedro Sánchez no  es buena persona. ¿Cómo? Uno acabaría con la cara entre las manos para taparse la vergüenza ajena si no dedujera que, habiendo agotado todos los improperios del diccionario contra el presidente, a Pablo Casado ya no le queda otra que soltar estupideces. ¿Qué es una buena persona? Parece que depende. Si se lo preguntan a Donald Trump dirá que buenas personas son los "patriotas" que participaron en el ataque  al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero causando 140 heridos, 5 muertos y varios policías del Congreso afectados por secuelas físicas y psicológicas que en seis meses no han logrado superar. El martes, este martes, en entrevista telefónica en un programa de una de las televisiones de ultraderechas, Trump dijo y repitió varias veces que aquellos  "patriotas" que asaltaron el Capitolio eran personas increíbles "llenas de amor".  Esa afirmación varias veces repetida, superpuesta a vídeos con imágenes de los ataques salvajes de la turba contra policías indefensos, obligó a todos los presentadores y comentaristas serios de todas las cadenas de televisión a hacer esfuerzos visibles por contener los músculos de sus caras. A alguno le falló la contención.

 

¿A quién quieren engañar  Trump y los suyos? Al mayor número posible de cándidos aquejados de cierta debilidad mental. ¿A quiénes quieren engañar los de las tres derechas que se han convertido en imitadores de Trump con la esperanza   de lograr sus triunfos? A todos. Habrá a quien le parezca una exageración afirmar que Pablo Casado imita a Donald Trump. Hace un par de días, Pablo Casado  empezó a colar el bulo trumpiano de que las últimas elecciones ganadas por Pedro Sánchez fueron fraudulentas. Lo que nos faltaba para convencernos de que los esfuerzos de las tres derechas por degradar a la política para destruir la democracia, se dirigen al objetivo de imponer el capitalismo salvaje convirtiendo a los ciudadanos en salvajes maleables que acepten sin rechistar el imperio de gobernantes  salvajes. ¡Ojo avizor!

 

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