Lo tiene tan claro como que se llama Juana Gallego. Si algo es y va a ser seguir siendo en la vida es “una mujer molesta”. Y es que, a esta reconocida periodista con vocación de escritora y profesora titular de la Facultad de Periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona, la intolerancia en escala de Ritcher de 10 que vive el mundo académico por el lobbie queer, no la descoloca ni un poquito del epicentro abolicionista en el que vive y respira. “Algunas vamos a seguir molestando lo que haga falta”, explica.
Para esta especialista en género y comunicación el despropósito queer pasará, “como lo han hecho otras tantas modas que han pasado sin pena ni gloria”. Y lo hará porque es como la fórmula de la gaseosa, “al principio parece muy transgresor, pero cuando ya hemos visto varias veces lo mismo, el personal acaba aburriéndose”.
Y no lo dice porque así lo piense ella, sino porque cree que la verdad cada día la palpa más gente. “Ya hay personas trans muy sensatas que están en contra de todo este circo que se está montando, que a la larga acabará perjudicándoles también. Incluso hay grupos de personas transexuales que se oponen a la ideología queer y a la audodeterminación de género. También hay grupos de mujeres lesbianas u hombres homosexuales preocupados por esta deriva que cuestiona incluso la orientación sexual. Si el sexo es reducido a la irrelevancia, la atracción hacia personas del mismo sexo empieza a ser calificada como transfobia. Las lesbianas son conminadas a que les gusten los penes femeninos, y a los hombres gays que les gusten los transmasculinos con vulva. ¡Si es que es todo tan demencial que hasta hay que justificar con quien te acuestas!”, explica.
- ¿La intolerancia en ámbitos educativos se ha vendido descaradamente al lobby queer?
Totalmente. Hay miedo a contrariar a aquellos que defienden el transgenerismo como si fuese una religión. El personal está totalmente abducido; si quieres congraciarte con el alumnado nada más tienes que declararte transinclusiva. Con eso se te eleva a los altares. Y por más que intentes debatir nadie contesta a la pregunta de ¿qué es sentirse mujer? O ¿qué experiencias comunes han compartido las personas trans con las mujeres para decir que se sienten mujeres? ¿Con qué parámetros comparan la experiencia de ser hombre con la experiencia de ser mujer? ¿Qué experiencia de discriminación como mujer ha podido vivir un varón que se declara mujer a los 50 años?
Pero es igual, cuando cuestionas estas cosas se te responde que nosotras no somos nadie para decirle a los demás cómo tienen que sentirse. Ser mujer u hombre es asumido acríticamente como un sentimiento, como una expresión de la verdadera naturaleza interior, como si hubiera una auténtica naturaleza femenina o masculina, y no unos modelos o roles establecidos por el patriarcado de lo que se supone debe ser un hombre o una mujer. Además, se recurre a argumentos emocionales, no racionales: que si están discriminados, que si sufren mucho, que si tienen riesgo de suicidarse, que se les niegan los derechos humanos, etc. No hay nada que hacer. No quieren debatir seriamente sino repetir tópicos y hacerse los modernos frente a quienes estamos desfasadas porque, dicen, es una cuestión generacional. No es una cuestión conceptual o ideológica, es que estamos pasadas de moda.
- Como experta en comunicación, ¿qué tiene de rancio apelar a los derechos humanos y al odio como estrategia de marketing?
Es fundamental porque la gente no quiere ser tachada de intransigente, ni de excluyente. ¿Cómo no vamos a estar de acuerdo con los derechos humanos? Cualquier persona decente los defenderá, yo la primera. Lo que pasa es que no existe el derecho humano a cambiar de sexo a voluntad. Las personas trans tienen los mismos derechos humanos que todas las demás, pero quieren vender como derechos lo que no son más que deseos individuales. Y los deseos no son derechos. Yo puedo desear ser rica, pero el Estado no está obligado a satisfacerme. Y disfrazar como odio cualquier discrepancia puede colar durante un tiempo, pero a la larga caerá por su propio peso. No se puede llamar odio a decir la verdad.
- Cuando la educación involuciona y el capricho se erige como ley ¿Qué mundo estamos creando?
Cuando la educación involuciona produce distopías, un mundo que ni Margaret Atwood imaginó en El cuento de la criada, ni Orwell en 1984 o Huxley en Un mundo feliz. Un mundo donde los deseos individuales son la medida de todas las cosas es un mundo irracional, pueril, que cree que cada uno puede hacer lo que le de la gana, y que tiene derecho a ello. Y quien se oponga a estos delirios es condenado al ostracismo, linchado en las redes por transfobia, putofobia, islamofobia o cualquier otra fobia que a las hordas posmodernas se les ocurra inventar.
El relativismo cultural ha hecho mucho daño, porque no se puede criticar ningún aspecto que dañe a las mujeres sin que se te acuse de supremacista, colonialista, eurocentrista, burguesa, blanca, privilegiada y por supuesto cis, que viene a ser casi otro insulto, pues se supone que formas parte del sistema hegemónico que oprime a las personas trans. De tal manera hemos pasado de un dimorfismo sexual que dividía a las personas en hombres y mujeres, a un dimorfismo cultural que divide a las personas entre cis y trans. A cambiar el sexo por el género se le llama ahora transgresión.
- ¿Hasta que no veamos en unos años la generación de personas que demandan en los tribunales a una sociedad que no les defendió no se percibirá la barbarie queer?
Seguramente. Yo espero que en nuestro país no se llegue a los límites que han llegado en otros lugares, y que la gente se dé cuenta del disparate que significa que cada uno se autoidentifique como quiera, que cambie de sexo sin más trámite que su palabra, y que haya que llamar mujer a un señor con toda la barba. El daño que se va a infringir a criaturas sanas que sientan malestar con sus cuerpos será imperdonable. Mientras se aboga por la despatologización de lo trans se fomenta el uso de los bloqueadores de la pubertad, la hormonación de por vida e incluso la mutilación de cuerpos sanos.
En lugar de cuestionar por qué nos hemos de amoldar a los estereotipos femeninos y masculinos, e incluso por qué tenemos que aceptar que haya cosas de hombres y de mujeres, pues nada, ahora hay que entronizar los más rancios modelos patriarcales; se publican guías y protocolos para que en las escuelas se detecten actitudes en niños que bien podrían ser niñas porque les gustan las cosas de las niñas, o niñas que en realidad son niños porque les gustan las cosas de niños. Es de locos, En lugar de educar en libertad para que no haya cosas de niños ni de niñas, pues no, vamos a reforzar los comportamientos que ya creíamos superados. Como es tan difícil cambiar la sociedad, pues vamos a cambiar a los individuos para que se adecuen a las normas convencionales.
- ¿Qué les dices a quiénes consideran que se ha perdido la agenda feminista y que estamos desorientadas denunciando la autodeterminación de sexo, la ley trans y el género no binario?
Pues que tenemos que volver a poner en el centro los temas que no se deberían haber abandonado nunca, que son los problemas que afectan a la mitad de la humanidad: la violencia de género, la pobreza, la precariedad, la brecha salarial, la falta de representación, la explotación reproductiva, la prostitución, la pornografía, la cosificación, la corresponsabilidad, la conciliación, la maternidad, la salud, la sexualidad, y tantos otros. Y a quienes andan desorientados sobre el tema trans que se informen, que miren lo que está ocurriendo en otros lugares, y sobre todo que reflexionen por sí mismos, que piensen lo que realmente significa todo esto, a quién beneficia, a quién perjudica, quién está detrás y qué intereses se esconden tras toda esta parafernalia de la libre elección.
No hay seres no binarios, porque todos lo somos: todas las personas tenemos valores considerados masculinos y femeninos. ¿O acaso hay esencias femeninas o masculinas puras encarnadas en cuerpos equivocados? Cuando alguien se define como no binario quiere decir que no se identifica como hombre ni como mujer, como si los demás nos sintiéramos una cosa u otra sin matices. Pero volvemos a lo mismo, qué es sentirse hombre o mujer sino amoldarse a los estereotipos que la sociedad patriarcal ha estipulado para cada sexo. Somos individuos obligados a identificarnos con el género que se ha atribuido culturalmente a nuestro sexo. Yo no sé qué es sentirse mujer. Y no he encontrado a nadie que lo explique sin recurrir a estereotipos o clichés patriarcales.
- ¿La ventana de Overton está abierta de par en par desactivando el feminismo?
La ventana de Overton es capaz de volver a poner de moda el canibalismo. Todo depende de cómo se enfoque la cuestión. Y efectivamente, ha sido un arma eficacísima para socavar el concepto de género, que se acuñó para poner de relieve los mecanismos culturales de la desigualdad entre los sexos, y ha acabado convirtiéndose en una identidad a reivindicar. La mutación que ha experimentado el concepto de género es brutal. Siempre lo entendimos como los corsés culturales que se imponían a los cuerpos sexuados. Pues no. Ahora se trata de reclamar lo que el patriarcado ha definido que es masculino o femenino. Toda la vida luchando contra los estereotipos de género para que ahora vengan unos individuos a decirnos que eso es transfobia.
Estoy convencida de que hay una operación orquestada por poderosos grupos de presión internacionales que manejan mucho dinero para desmantelar el feminismo, el único movimiento que sí estaba logrando desestabilizar el sistema. Y esto no es una teoría de la conspiración, esos grupos tienen nombres y apellidos y se sabe el dinero que están invirtiendo porque hay documentos que lo acredita. Que las mujeres de todo el mundo reclamen sus derechos y se nieguen a seguir siendo ciudadanas de segunda sí que es un desafío al patriarcado, no el hecho de que los hombres deseen imitar a las mujeres o las mujeres se conviertan en hombres.
Esto es una cuestión meramente individual que no desestabiliza al capitalismo, al contrario, lo refuerza, porque no cuestiona para nada el statu quo. A quién le importa realmente que un varón se trasvista de mujer o que una mujer se vista de hombre. Al contrario, clientes para la industria farmacológica y quirúrgica. En cambio, el feminismo es un movimiento colectivo que trastoca la estructura profunda del sistema, y eso los amos del universo no lo pueden consentir.
- ¿El descaro contra las mujeres no tiene límites?
De momento no tiene límites. Parece que se están riendo en nuestra cara. Y cada día asistimos a una nueva vuelta de tuerca, hoy se le da un premio a una mujer trans como mejor actriz, al otro se convida a otra a leer el pregón del 8 de marzo, pasado se nombra presidenta de un organismo público a una persona que fue varón hasta los 45 años y así. Y eso por no hablar de lo que está ocurriendo en otros países donde se está acallando, desplazando, hostigando e incluso despidiendo a personas que osan cuestionar la denominada “identidad de género”.
Y lo que ocurre en el deporte, por ejemplo, no tiene nombre: tanto esfuerzo por parte de las mujeres para hacerse un lugar en las competiciones para que venga una persona identificada como mujer de hace cuatro días y se lleve los trofeos. Aquí tenemos políticas que afirman que sería mucho más transformador acabar con la división por sexos en el deporte, porque las diferencias son individuales y no por sexo. O el uso que están dando los transfemeninos a los espacios de las mujeres, como vestidores, saunas, baños, etc. En la vida hemos visto mujeres masturbarse en un baño público… pues nada, ahora tendremos que acostumbrarnos a ver a mujeres con pene y compartir todos los espacios, porque eso es el colmo de la inclusividad.
- ¿Cómo va la patente de tu mujerómetro?
Creo que si alguien se dignara a financiarlo se haría rico. Hay que ver la cantidad de individuos que están hoy día peleando por demostrar quién es más mujer. Y por supuesto en esto gana por goleada cualquiera que se autoidentifique como mujer, aunque lleve barba y le cuelgue un par… Las trans han venido a explicarnos a las mujeres qué es ser mujer, porque claro, ellas lo saben mucho mejor que nosotras, ¡dónde va a parar!
- ¿Hasta dónde crees que va a llegar la caza de brujas?
Hasta que sea tan escandaloso que ya no se pueda esconder más. Creo, no obstante, que las adalides del transgenerismo están ahora más contenidas que hace un tiempo. Ahora se ven bastantes transfrikis en las redes, pero las defensoras acérrimas de lo trans incluyente me da la sensación que se ven menos.