La decisión de Sanidad de limitar la vacunación con AstraZeneca a las personas de entre 60 y 69 años ha pillado por sorpresa a la población, sobre todo a aquellas personas jóvenes, de entre 18 y 60 años, que ya han recibido la primera dosis de esta vacuna. Con esta decisión, el Gobierno se muestra precavido tras demostrarse cierta causalidad -muy ínfima- entre los trombos y la vacunación con AstraZeneca en un estudio confirmado por la Agencia Europea del Medicamento (EMA). Aun así, los expertos aseguran que los beneficios de la vacunación son inmensamente mayores que los nimios riesgos de trombos y que debemos tener en cuenta que a diario consumimos fármacos que tienen una probabilidad mucho más alta de producir trombos, otras enfermedades o complicaciones peores e incluso mortales en muchas más personas.
Según algunos estudios, la vacuna de AstraZeneca es suceptible de tener entre sus efectos secundarios, en algunos pacientes (normalmente mujeres de edad media-joven) un mecanismo defensivo en el organismo, activando anticuerpos contra el suero que desencadenan la acción de las plaquetas y comienzan a formar trombos. Pero esta probabilidad es altamente infrecuente, (hasta ahora menos de 1 caso por cada 1 millón de personas. Una proporción muy inferior a los efectos secundarios que origina cualquier medicamento que utilizamos en nuestro día a día). Normalmente, las plaquetas cumplen la función de impedir hemorragias, cicatrizando las heridas pero, algunos pacientes de la vacuna pueden sufrir una reacción descontrolada de las plaquetas tras el suministro de AstraZeneca, haciendo que se formen coágulos de sangre en el cerebro. Los trombos tienen tratamiento y el paciente puede salvarse si este es detectado pronto y rápidamente tratado por especialistas. Por eso, si los vacunados con este modelo sienten efectos graves han de comunicarlo.
Los expertos aseguran que se trata de un efecto adverso raro y nimiamente frecuente. Exactamente, solo 1 paciente vacunado con AstraZeneca de entre 1 millón puede sufrir trombosis; es decir, si todos los españoles se vacunaran con la vacuna de Oxford tan solo 47 personas sufrirían trombosis (pudiendo ser tratados y salvados si esta es detectada con rapidez por el paciente) mientras que la COVID-19 produce trombos en 10.000 personas de cada 100.000 que sufren la enfermedad. Este es el principal motivo que lleva a miles de expertos a apostar por mantener la vacunación con AstraZeneca en toda la población mayor de 18 años pues creen que los beneficios de inmunizar a la población son mucho mayores al riesgo de trombosis que esta vacuna pueda tener.
La Agencia Europea del Medicamento, EMA, ha asegurado que “los beneficios de la vacuna continúan superando los riesgos para las personas que la reciben” y que es importante resaltar que la “vacuna es eficaz para prevenir la COVID-19 y reducir las hospitalizaciones y las muertes”. José Antonio Forcada, presidente de la Asociación Nacional de Enfermería y Vacunas (ANENVAC) ha asegurado para El Diario que el vínculo entre la vacuna y los trombos “podría existir” pero que “aún así hay que tener en cuenta que los beneficios que aporta la vacuna –salvar miles de vidas, evitar sufrimientos por enfermedad grave, pérdidas de jornadas laborales incluso, si se trata de salvar la economía– son más altos”.
Además, un estudio del Winton Center for Risk Evidence Communication de Reino Unido asegura que una persona mayor de 60 años tiene 70 veces más probabilidades de ingresar en la UCI por sufrir la COVID-19 que por la vacunación con AstraZeneca. El estudio demuestra que las personas mayores son las que más probabilidades tienen de beneficiarse de la vacunación con AstraZeneca pues, además de ser las que sufren de forma más grave el coronavirus son las que menos posibilidades tienen de sufrir un trombo por la vacuna. El estudio explica que las personas mayores de 60 sufren 17 veces más ingresos en las UCIs por COVID-19 pero cinco veces menos trombos por el suero de la vacuna.
Este estudio respalda en parte la decisión del gobierno de mantener la vacunación en la franja de edad (60-69 años) en la que es más beneficioso su suministro aunque, la limitación de edad también dificulta la rápida inmunización del resto de la población al no poder utilizar todas las vacunas homologadas a la vez. Sobre esto, José Antonio Forcada ha asegurado para El Diario que “necesitamos todas y cada una de las vacunas de que podamos disponer” y que debemos tener en cuenta que el riesgo de otros medicamentos consumidos habitualmente es “mucho más importante” refiriéndose a fármacos como la heparina, las anticonceptivas femeninas, las aspirinas, el ibuprofeno o el nolotil. También el epidemiólogo Quique Bassat se ha pronunciado acerca de este aspecto para El Diario: "Dejar de usar la vacuna por miedo a estos efectos sería como dejar de usar la penicilina por miedo a las reacciones anafilácticas (que por cierto ocurren en uno de cada 10.000 tratamientos)”.
El riesgo de trombosis está presente en multitud de fármacos de uso diario, el caso más llamativo es el de la píldora anticonceptiva femenina, un fármaco que suele recetarse con facilidad y que consumen según un estudio de la Sociedad Española de Contracepción realizado en 2018 alrededor de un 25% de las mujeres españolas. Ramón Lecumberri, portavoz de la Sociedad Española de Hematología ha asegurado para NIUS que en las mujeres que toman anticonceptivos hay 2 casos de trombosis al año por cada 1.000 que los toman y este dato, advertido en el prospecto del medicamento no genera el mismo miedo en la población que el suero de AstraZeneca ni provoca la limitación de venta y consumo del mismo.