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"Lo que la oruga llama 'el fin', el resto del mundo lo llama 'mariposa'."

Carme Valls: “el machismo perjudica seriamente la salud de las mujeres, pero también la de los hombres”

Carme Valls: “el machismo perjudica seriamente la salud de las mujeres, pero también la de los hombres”

El currículo de Carme Valls Llobet desborda sabiduría. Su enorme conocimiento no solo es por todo lo que atesora como reconocida profesional sino por cómo lo destila. Y es que para ella la salud o se trata con perspectiva feminista o seguirá siendo responsable de la enfermedad y la invisibilidad del 52% de la población. Es más, para la autora de ocho libros de divulgación médica y miembro del consejo de redacción de la revista Mujeres y Salud, cuanto más se tarde en tener en cuenta “la inclusión de las diferencias entre hombres y mujeres en el diseño y análisis de estudios sobre patologías y tratamientos”, la sociedad sufrirá más.


Ahora, Carme Valls, quien ha sido pionera en España en destacar las diferencias en mortalidad y morbilidad entre mujeres y hombres en el terreno de la investigación, acaba de publicar Mujeres invisibles para la medicina, un libro que se debería recetar por prescripción pública. Y es que en sus páginas el sesgo de género tanto de la investigación como de la práctica médica donde la medida única es la del hombre, te asalta por todos los párrafos. ¿Y cuál es la consecuencia de todo ello? Valls responde sin dudar ni un segundo. “Esto provoca que el machismo perjudique seriamente la salud de las mujeres, pero también la de los hombres”.

Es más, para la ganadora en 2018 del Premio Buenas Prácticas de Comunicación No Sexista, de la Asociación de Mujeres Periodistas de Cataluña; y en 2019 de la Medalla de la Universidad de Valencia, “mientras sigamos basándonos en los estereotipos de género como medida unitaria estaremos invisibilizando las diferencias de los condicionantes de la salud entre los dos sexos”, explica por teléfono.

  • La ciencia que nos invisibiliza

Valls, que dirige el programa “Mujer, Salud y Calidad de Vida” en el Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS), del que es miembro desde 1983 y vicepresidenta, remarca que “hay además de tener en cuenta que los problemas de salud que por biología nos afectan de forma diferente a un sexo y a otro, hay que sumar la carga extra que se desprende de los estereotipos de género. Esta carga para las mujeres significa que nuestra salud se vea afectada por la doble jornada, el tener que estar doblemente en todos los ámbitos de la vida. Tenemos que superar el estereotipo de ser la mujer perfecta en todo. Estamos tan atentas a todos que no somos capaces de ver o de ni siquiera sentir el nudo androcéntrico que nos aprieta de por vida”.

class="img_ampliable" style="float: right; margin: 15px;" src="/fotos/editor/30602/1611496968_portadalibro.jpg" width="350" height="546" />En el caso de la de los hombres para Valls significa “resolver el conflicto bebiendo en el bar, fumando sin parar o no quejarse nunca y por tanto no a ir al médico o al hospital hasta que su cuerpo no puede más. Es decir, el patriarcado obliga a los hombres a ser fabulosos en todos los lugares, salvo en casa y a las mujeres a marcar el rumbo de la vida bajo su medida”.

Para la autora de Mujeres invisibles, la falta de una ciencia de la diferencia tiene como consecuencia que frente a la salud real se nos medicalice. “Cuando una mujer pide ayuda en una consulta médica por cansancio, depresión, dolor o malestar difuso, es mucho más fácil recetarle ansiolíticos y si es hombre buscar lo que tiene. No es cierto que los hombres no tengan problemas de salud mental y que los problemas de las mujeres sean todos mentales. Optar por esta salida cómoda y no ir a la raíz del problema es una agresión a nuestra salud. La diferencia que no se ejercita puede basarse en problemas sociales, en situaciones personales como el estrés, el mobbing, el acoso sexual o en la presentación de una enfermedad como la morbilidad”, añade.

  • La revolución pendiente en las consultas

Esta salud biopsicosocial hace que el sesgo de género esté en cualquier consulta. “Si bien es cierto que en otros aspectos de la vida y gracias al feminismo las mujeres hemos dicho basta y nos hemos sublevado, en el terreno médico esto no ha sucedido”. Es más, la doctora reconoce que “la timidez está incluso presente entre las feministas que en muchos casos reconocen que se niegan a ir consulta por si las etiquetan mal o no preguntan nada. A las mujeres nos cuesta hacernos valer en una consulta. Esto sucede porque cuando vamos a una de ellas luchamos también contra el género”.

A esto se suma que la ciencia médica, construida en base a la salud mental masculina, es la que define qué es normal o no en las mujeres. “A partir de esto etiquetar, diagnosticar y decidir qué mujeres son normales y cuáles enfermas, nerviosas o locas ha colaborado en gran medida a empeorar la salud mental de las mujeres, que además de tener que luchar contra los modelos sociales que quieren encerrarlas han de luchar contra los modelos mentales de quienes les reciben en la consulta”.

Una lucha que se da tanto en la sanidad pública como en la privada. “En la privada puede que te vean mejor y seguramente te hagan gastar más, pero eso no significa que te diagnostiquen bien. Diagnosticar bien no es caro, lo que es caro es tener esta falta de perspectiva feminista para ir a la raíz del problema”.

Esta falta de visión ha provocado que históricamente la depresión haya sido tomada como medida para las mujeres y que su tratamiento haya sido resuelto a golpe de receta. “Somos la generación de la pastilla. Los síntomas de las mujeres se han mantenido encubiertos como demandas psicosomáticas o problemas psicológicos. Se recetan psicofármacos en la primera visita incluso sin exploración, a la par las propias mujeres dudan de sus síntomas, de su propia salud mental, y en la búsqueda de ayuda, llegan a veces a cotas altas de desesperación hacia el sistema sanitario”.

De ahí que dicha experta reclame formación feminista en todas y cada una de las asignaturas de la carrera médica para solucionar el problema. “Nacer mujer y nacer hombre afecta de forma diferente en la salud. No podemos tratar igual ni la anatomía, la fisiología o la farmacología. Recetar un fármaco es diferente en un cuerpo de hombre que en el de una mujer. Hasta cuando lo eliminamos el proceso es distinto”, destaca.

  • Ni deprimida ni neurasténica

Cuando a la realidad de ser tratadas bajo la lupa androcéntrica se le suman factores como la pobreza o la falta de recursos, las consecuencias son aún más profundas. “La batalla que cada mujer debe realizar para mantener su autoestima en alta, y que debe reanudar cada mañana al levantarse, consume muchas de sus energías y pasa por altibajos. Esto a muchas mujeres sin recursos ni ayudas externas las ha hecho sucumbir y destruirse, cayendo en procesos que son calificados erróneamente de depresión o neurastenia”.

Un comportamiento que para la médica está muy relacionado también con Occidente. “Aquí tenemos la cultura de recetar como solución a los problemas en lugar de atender y diagnosticar bien. En el caso de las mujeres este proceso siempre es muy indefinido. Nos falta ciencia en la atención primaria. En nuestro diagnóstico muchas veces se actúa más con suposiciones que con datos certeros, es decir con diagnósticos más o menos probables, lo que hace invisibles unos problemas y magnifica otros. Además el sistema sanitario que debería ser un factor más de promoción de la salud, se convierte a veces en un elemento negativo al medicalizar muchos de los procesos fisiológicos como el embarazo, el parto y la menopausia”.

Si hablamos de lo que conlleva poner el cuerpo de las mujeres como el campo en el que dirimir todas las batallas la médica reconoce muchos de nuestros males. “En él se concentran muchas agresiones como los abortos selectivos, los feminicidios, la mutilación genital de 70 millones de mujeres, asesinatos como los que ocurren en Ciudad Juárez, el tráfico internacional de mujeres y niñas, la prostitución obligada, los malos tratos físicos y psíquicos, las violaciones, la cirugía estética, los cuerpos borrados por el burka, los cuerpos enfermos por la anorexia o la bulimia…”.

Preguntada si los hombres fueran los que tuvieran que hacerse una mamografía si se habría inventado otro método menos doloroso, la experta responde que “lo mismo habría pasado si fueran ellos los que tuvieran la regla. La relación de poder del hombre en el mundo así lo manifiesta. En el acto médico, la relación de poder marca las pruebas y las investigaciones que haces. Yo he visto pechos tan pequeños a los que no se me ocurre mandarlos a hacer una mamografía porque significa un dolor innecesario para la paciente. Se puede optar por una ecografía y si tienes una verdadera sospecha una mamografía”.

  • Sexo no es igual a género

A esta falta de salud histórica de las mujeres, Valls añade una nueva alerta: la de confundir sexo con género. “Esto me parece muy grave porque afecta a algo tan importante como la salud de las personas y de nuevo al borrado de las mujeres”.

Además, la médica reconoce que “ahora que se han dado los primeros pasos para diferenciar las estadísticas por sexos y saber así qué es lo que le ocurre a las mujeres y a los hombres en determinadas enfermedades, o en relación con ciertas condiciones de vida o trabajo, ahora que se empiezan a visibilizar las diferencias, confundir sexo y género es ir para atrás y afecta a la visibilidad y la participación de las mujeres en la vida social, científica y académica”.

Aunque la escritora no cree que por el generismo desaparezcan palabras como mujer o ginecología, y que “por mucho que se nos pretende nombrar como personas con vagina, seres menstruantes o seres gestantes”, debe de haber un sentido común basado en la biología y en el principio de la salud. “Por mucho deseo que haya en una decisión hay algo que no se puede alterar y es la biología. Aunque una persona se hormone su hígado, sus células y las proteínas que fabrica las seguirá haciendo según la parte genética con la que ha nacido. Yo no soy tránsfoba ni le niego a nadie su deseo, pero como profesional pido que se piense hasta qué punto lo que se quiere va a influirle en su salud medicándose de por vida”.

Y en el caso de menores de edad aún Valls pide más precaución. “Hacer estas operaciones tan agresivas como las mastectomías dobles es cuanto menos una frivolidad. Tiene que darse una gran reflexión sobre las consecuencias que estas decisiones acarrean y que ni siquiera se conocen médicamente aún. Los profesionales que no avisen de ello han de ser conscientes de lo que están haciendo. Hormonar a una niña o un niño sin saber secuelas es muy peligroso”, finaliza.


Nuria Coronado Sopeña es periodista, conferenciante, organizadora de eventos y formadora en comunicación con perspectiva de género. Autora de Mujeres de Frente y Hombres por la Igualdad (Editorial LoQueNoExiste); Comunicar en Igualdad (ICI). @NuriaCSopena

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