Nadie puede negar que el Partido Socialista, como partido de Gobierno desde que en 1982 Felipe González ganó las elecciones, ha sido clave en la modernización así como en la consolidación de la democracia en España en los últimos 45 años. También es cierto que los dirigentes de esta formación, en los años 80 y 90 del siglo pasado, tuvieron un papel importantísimo para consolidar la democracia y mejorar la calidad de vida de todos los españoles en esa época tan complicada de nuestra historia reciente. Época de crisis económica y de reconversión industrial, época de sangre y plomo, de sufrimiento, miedo e ira.
Fueron unos años sin pandemias, pero con terrorismo. Muy complicados para todos los españoles. Y no lo hizo mal el socialismo, teniendo en cuenta la presión que sufrían por parte de las fuerzas vivas españolas, herederas del antiguo régimen franquista, así como de los poderes fácticos, incluyendo las fuerzas armadas, y de las interferencias políticas provenientes de ciertos gobiernos extranjeros así como de la Comunidad Económica Europea. Previamente, desde 1979, el Psoe ya había empezado un cambio cuando abandonó el marxismo como definición ideológica. Siempre ha sido un partido pragmático cuando se trataba de buscar el bien común y el interés general de la mayoría de los ciudadanos. Durante los diferentes gobiernos socialistas que ejercieron el poder ejecutivo durante las décadas 80 y 90 del siglo pasado se ejecutaron ciertas políticas que aunque necesarias para poder integrarnos en la Unión Europea, poco o nada tenían en común con el ideario socialista previo al Congreso Extraordinario de 1979. Eran otros tiempos, y el Psoe supo adaptarse a las circunstancias para poder avanzar e intentar alcanzar la justicia social y aumentar la calidad de vida de la mayoría de los españoles en aquellos tiempos.
Por eso admiramos a todos estos, ya veteranos, compañeros de partido, que tuvieron la responsabilidad de cambiar el socialismo español, para cambiar España en aquellos tiempos tan convulsos. Gracias compañeros, pero aunque algunos de los veteranos no lo entendáis, al igual que ciertos “barones” que también parecen anclados en ese “glorioso” pasado, otra vez toca cambio.
Otra vez tenemos que adaptarnos a las circunstancias sociales y económicas globales, a los diferentes equilibrios de poder geo estratégicos a nivel internacional, así como a la representatividad legislativa, que los españoles, nunca lo olvidemos, han otorgado a las diferentes formaciones políticas, legales y legítimas, que existen en España en este primer cuarto del siglo XXI. Y esta vez, las urnas han querido que el cambio sea a la izquierda, volvemos a girar a nuestras posiciones naturales en un partido español, obrero y socialista.
Después de que en aquel aciago 1 de octubre de 2016 el elegido en primarias, secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se viera obligado a dimitir, decenas de miles de votantes y militantes del principal partido de referencia de la izquierda desde la Transición, sufrieron un shock al ver como su formación se desgarraba internamente. Pero como siempre han hecho los socialistas desde hace más de 141 años de existencia del Psoe, encajaron los golpes, curamos nuestras heridas, nos remangamos, nos pusimos a trabajar e hicimos de una crisis interna una oportunidad para renovar el legendario partido y de paso, cambiar España.
Y a pesar de que ya han transcurrido más de 4 años de aquel, para muchos vergonzoso evento, el Psoe sigue en pleno proceso de cambio. Se acabaron las mayorías absolutas para gobernar, se acabaron los gobiernos monocolor, se acabaron los rodillos legislativos que imponían todas sus iniciativas parlamentarias en el Congreso de los Diputados. Se acabó el gobernar por Decreto Ley, se acabó la imposición de algunas reformas legislativas fundamentales sin negociación. Nos guste, o no.
Yo que siempre he negado que un gobierno fuerte con mayoría absoluta en el Parlamento sea negativo, per se, depende del talante de sus dirigentes, yo que nunca he seguido y repetido como un loro ese mantra que muchos politólogos y operadores defendieron a capa y espada, de que las mayoría absolutas no son buenas para la democracia, ahora defiendo el multilateralismo para llegar acuerdos de consenso, no nos queda otra.
Y sin embargo parece ser que algunos barones y por desgracia, ciertos veteranos líderes del partido no lo han entendido todavía. No puede ser que no apoyen que se llegue a acuerdos con partidos legales de izquierdas para conseguir sacar adelante leyes que benefician a las clases sociales más humildes de nuestro país sabiendo que nunca se implementarán medidas que vayan en contra de la Constitución, y sin embargo nunca les pareció mal que llegáramos a acuerdos de Estado con los partidos de derecha incluso para promover algunas leyes con las que no comulgábamos siempre en aras de ejercer nuestra responsabilidad como partido de Estado que somos.
¿Existe algo más importante para un partido que se llame socialista que el legislar en pos de la justicia social?.
Y es por eso que no podemos llegar acuerdos con partidos que abogan por el despido libre, que quieren que se bajen los impuestos a las grandes empresas y a los patrimonios de las clases más privilegiadas, que quieren desmantelar los servicios públicos para privatizarlos con el fin de que sus amigos hagan negocio etc. Pero al igual que no podemos caer en la tentación de llegar acuerdos con el neoliberalismo, como en el pasado, olvidándonos de nuestra esencia ideológica, tampoco podemos lanzarnos a los brazos de la demagogia populista, que por cierto, a algunos partidos minoritarios les ha servido para alcanzar cuotas de poder que si no hubiera sido por la coyuntura, jamás hubieran obtenido.
El PSOE ha vuelto a cambiar, volviendo a sus raíces ideológicas pero sin olvidarse del entorno en el que vivimos. Como siempre he afirmado, los jarrones chinos donde mejor están es en los museos para que se les pueda admirar sin que se rompan. Y por otro lado, opino, que ciertos barones deberían hacer una reflexión interna, puede que se dieran cuenta que más que socialistas son socioliberales, y les aseguro que no es lo mismo.
El cambio a veces es positivo, el partido socialista cambia cuando es necesario para mejorar la vida de todos sin renunciar a la ideología que es la nuestra. Pero no siempre el cambio es positivo per se, como cuando por el paso del tiempo algunos líderes se anquilosan, se aburguesan, olvidan las ideas que motivaron la creación este partido, socialista, obrero y español y solo piensan en mantener su presencia a cualquier precio.