Últimamente empiezo a notar en mí entorno social un auge del pensamiento negacionista, conspiranoico y antivacunas. Me gustaría que estas personas que niegan el efecto de protección de las mascarillas porque les molesta tener que portarlas, que niegan que haya que distanciarse de las personas porque esto les impide seguir con sus maravillosas vidas consumistas, de viajes, de fiestas, cachondeo y diversión, aunque solo sea por un tiempo determinado, y que además niegan el valor de las vacunas para acabar con el Covid19 se paren a reflexionar profundamente sobre su actitud ante la pandemia. El miedo a perder su acomodada vida hace que nieguen la evidencia. Pero ese miedo negacionista de los idiotas, tiene como consecuencia el sufrimiento y la muerte de muchos de nuestros conciudadanos.
Para una persona que durante toda la vida se me ha considerado el “rarito” del grupo por familiares y amigos, a causa de mis razonamientos “divergentes” sobre diversos temas en los que mi opinión no solía coincidir con la de la mayoría de mis interlocutores, me parece sorprendente y preocupante, que ciudadanos y ciudadanas , generalmente, con perfiles socio económicos medios/altos y que han recibido, en teoría, una buena educación, se adhieran a estos movimientos negacionistas promovidos por ciertos grupos políticos y que buscan pescar apoyos en una ciudadanía asustada y, según ellos fácilmente manipulable.
Sí, porque una cosa es que a personas como yo, en nuestro tiempo de ocio y sobre todo como forma de entretenimiento, nos guste profundizar en las teorías conspiranoicas como por ejemplo, la de los Templarios, los Illuminati, los Rosacruces, los entusiastas de la Tierra hueca, la masonería, gobiernos mundiales en la sombra-club Bilderberg o Soros, etc, y otra cosa es expandir en la opinión ideas que pueden causar indirectamente caos, desorden y muerte en nuestra sociedad.
No es ninguna broma, escuchar día sí y día no, a personas, que aunque en mi humilde opinión, son débiles mentales, pero que por desgracia tienen mucha repercusión mediática en los medios de comunicación y en las redes sociales, declaraciones que niegan la evidencia y que contradicen a los especialistas, a los médicos y a los científicos que tratan de parar esta pandemia del covid19 que ha trastocado todo nuestro mundo.
El miedo es libre, y nunca sabemos como podemos reaccionar ante una amenaza. Y evidentemente el maldito bicho no solo amenaza nuestra salud, sino que también, está cambiando nuestra burguesa y desahogada forma de vida, solo por referirme al mundo occidental.
Existen diferentes formas de reaccionar ante el miedo causado por amenazas inminentes que no podemos controlar inmediatamente. Se puede intentar huir, otros se pueden quedar paralizados sin saber reaccionar, algunos, los más valientes y decididos, intentarán hacer frente al peligro, pero también, y eso es lo que estoy observando en mi entorno, ciertas personas como mecanismo de autodefensa ante la amenaza sobrevenida, utilizan la negación.
Evidentemente este mecanismo solo se puede utilizar cuando la amenaza es genérica y, cuando ciertas personas puedan no percibirla directa e inmediatamente. Es decir, por poner un ejemplo muy sencillo, si un malhechor te amenaza con una navaja para robarte la cartera, por mucho que cierres los ojos, la amenaza no desaparecerá por arte de magia, pero si la supuesta amenaza proviene de un virus que nos puede parecer intangible, que mata, pero en tu entorno más cercano, no tienes evidencias de la peligrosidad de la enfermedad, es fácil sentirse más seguro negando la propia existencia de tal peligro, en este caso del coronavirus mortal.
Partiendo de estos razonamientos propios, me atrevo a decir que algunos conciudadanos que han tenido la suerte de no tener contacto cercano con las terribles consecuencias de la enfermedad, muerte o secuelas, sufrimiento y dolor, y con un perfil psicológico egocéntrico y poco solidario, solamente por las “molestias” de tener que portar un mascarilla, de no poder llevar la vida auto complaciente y despreocupada de antaño prefieren pensar que esta pandemia es una conspiración orquestada por ciertos poderes ocultos para restringir nuestra libertad, nuestro libre albedrío y controlar la sociedad. Para alguien que como yo, es aficionado a la ciencia ficción y a relatos de distopías conspiranoicas como las novelas "1984", "Un mundo feliz" de George Orwell y Aldous Huxley, o Fahrenheit 451 de Ray Bradbury no hay mayor conspiración que la de los tontos manipulables y negacionistas.
Me gustaría que estas personas que niegan el efecto de protección de las mascarillas porque les molesta tener que portarlas, que niegan que haya que distanciarse de las personas porque esto les impide seguir con sus maravillosas vidas consumistas, de viajes, de fiestas, cachondeo y diversión, aunque solo sea por un tiempo determinado, y que además niegan el valor de las vacunas para acabar con el virus se paren a reflexionar profundamente sobre su actitud ante la pandemia. El miedo a perder su acomodada vida hace que nieguen la evidencia y si son personas mediáticas, la expansión de sus discursos es proporcional a la expansión del virus, sufrimiento, dolor y muerte de miles y miles de ciudadanos.
Lo triste es que mientras tanto, otras personas tienen que afrontar otros miedos: el miedo a la muerte, a la soledad, al sufrimiento, a perder a sus seres queridos, a la pérdida de sus trabajos, a no poder planificar el futuro de sus familias y lo afrontan con valentía, con mascarillas, distanciamiento social, higiene, y sobre todo, con mucho sentido común. Y esto no significan que no tengan opinión propia y que no critiquen a los políticos, porque siguen siendo ciudadanos y ciudadanas libres en una democracia.
Porque no es lo mismo tener miedo pero afrontarlo que ser un idiota cobarde y negar el problema.
Y yo quiero unirme a todos los y las valientes que luchan a brazo partido ,cada uno desde su posición en la sociedad, contra el covid19, y que cumplen con las normas que los científicos y médicos nos indican. No se puede negar el trabajo de los sanitarios que se sacrifican por nuestras vidas, o el de todos y todas las trabajadoras que han estado en primera línea en sus puestos de trabajo para que al resto no nos faltara de nada. Algunos que antes aplaudían a las 8 de la tarde ahora lo niegan todo. Contagiados por los idiotas cobardes del negacionismo.
Venceremos a la pandemia, pero no será negándola, lo haremos dando la cara en el día a día por nuestras familias y por nuestro futuro.
Los problemas no desaparecen porque los neguemos.