El primer foco de infección mundial del coronavirus empieza a retomar su vida cuotidiana. Con tan solo 644 casos hospitalizados, la ciudad china parece haber pasado la enfermedad. Sin embargo, las autoridades siguen temiendo un repunte al volver a la normalidad, por lo que las medidas de detección siguen muy presentes.
La provincia de Hubei saltó a la palestra mediática a raíz de la expansión de un nuevo coronavirus entre noviembre y diciembre del año pasado. Por aquel entonces, la enfermedad parecía algo exclusivo de China. Ahora, con la enfermedad fuera de control en Estados Unidos y causando estragos en Europa, el gigante asiático parece haber superado lo peor de la enfermedad. Ahora, las autoridades del Partido Comunista Chino (PCCh) centran sus esfuerzos en evitar un nuevo brote de la enfermedad.
Al principio de la pandemia, Wuhan acusó la falta de tests para detectar los casos leves y asintomáticos. Ahora las pruebas están a la orden del día. Según medios locales, la provincia de Hubei –donde se encuentra la ciudad de Wuhan- tiene capacidad para realizar hasta 10.000 tests diarios.
El próximo miércoles se levantará el confinamiento en Wuhan y la ciudad ya se está preparando para ello. La cuarentena ha durado once semanas. Por ello, los trabajadores que necesiten incorporarse de manera urgente a sus puestos de trabajo ya se están realizando las pruebas. Sin ellas, no se puede regresar a la vida laboral, para tal de evitar la transmisión a través de personas asintomáticas.
Las pruebas se realizan al aire libre, puesto que en los espacios cerrados aseguran que el virus encuentra más sitios donde posarse, lo que puede provocar futuros contagios, aseguran. Las pruebas se solicitan a título individual desde una aplicación con el dispositivo móvil particular. Se debe acudir a uno de los hospitales de la ciudad y, en tan solo 48 horas, se recibe un mensaje en el móvil con los resultados, según informa El País.
Lo más repetido por las autoridades, tanto locales como nacionales, es que "no hay que bajar la guardia". Se quiere evitar la sensación de excesiva tranquilidad ante unos sanitarios que, tras haberse desplazado a Hubei para combatir la pandemia, regresan a sus provincias de origen, y unos hospitales centrales que empiezan a cerrarse. China se manitiene alerta.