Actualmente, y lo quiero decir bien alto y claro, mujeres muy jóvenes quieren abanderar y acaparar el movimiento feminista. El movimiento feminista tiene muchos años, mucha lucha a cuestas, muchas precursoras que merecen un homenaje por todo lo alto. Y también muchas activistas actuales, bregadas en mil batallas, que se han jugado la piel y siguen haciendo leyes y avanzando en la defensa de los derechos de las mujeres y su protección frente a maltrato, acoso, agresión, etc. Todas ellas, aportan y merecen ser consultadas y sobre todo merecen un respeto y un reconocimiento por los avances de gigante que han conseguido y siguen consiguiendo.
Es bueno que las nuevas generaciones se unan a la lucha feminista, ellas que lo han tenido mucho más fácil que sus antecesoras. Pero el trabajo difícil ya se lo han hecho las precursoras.
Mi mayor admiración por tantas compañeras del Psoe y de otros partidos, de la UGT y de otros sindicatos, y de todas las edades, pero sobre todo para aquellas que llevan muchos años luchando por la igualdad entre los sexos y sin tantas alharacas como ciertas nuevas políticas recién llegadas. Mujeres como Clara Campoamor, Victoria Kent, Dolores Ibárruri, y más actualmente, Carmé Chacón, María Teresa Fernández de la Vega, Carmen Alborch, Cristina Almeida, Lidia Falcón, Carlota Bustelo, Carmen Martínez Ten, Amparo Rubiales, Matilde Fernández, Altamira Gonzalo, Amelia Valcárcel, Bibiana Aído, Carmen Calvo, Cristina Narbona y una larguísima lista de ellas, la mayoría socialistas que son las que han avanzado en leyes y legislado la Ley Integral contra la Violencia de Género que protege a las víctimas e impone grandes penas de cárcel a los agresores.
Es evidente que por mucho que yo me considere feminista, que considere a las mujeres como mis iguales, con los mismos derechos que los hombres, no puedo obviar que he crecido y he sido educado, como hombre, en una sociedad que discrimina “per se” a las mujeres. Aunque me cueste reconocerlo estos comportamientos machistas a los que he asistido a lo largo de mi vida se notan en mí, como se notan en todos los hombres. Pero he de decir que, gracias a la influencia que ejercieron y ejercen estas tres mujeres ejemplares de mi entorno íntimo, y también otras muchas, cuando miro a mi alrededor lo único que veo son seres humanos que tienen que tener los mismos derechos y me uno a su lucha sin pestañear.
Alguna día se hará justicia con aquellas "maestras de pueblo", que como las llamadas “maestras de la República” en épocas muy complicadas asumieron el reto de llevar vidas independientes adelantándose a su época.
Pero aquellas mujeres tuvieron que abrirse paso en un mundo de hombres. Como Amparo Rubiales, totalmente envuelta en un entorno socialista de hombres, que aunque socialistas, en aquellos años 70 eran muy machistas, como los demás. O como Cristina Almeida, en el PCE más machista que imaginarse pueda, que trabajó con mujeres desde su despacho feminista. O Lidia Falcón que fue expulsada del PC por feminista. Y muchas anónimas, como mi abuela paterna, que era de esa casta. Con poco más de 16 años en las primeras décadas del siglo XX ,se recorrió diferentes pueblos de España sola, sin ningún hombre a su lado, para ejercer una profesión de forma vocacional: la de ser maestra. Alguna día se hará justicia con aquellas maestras de pueblo, que como las llamadas “maestras de la República” en épocas muy complicadas asumieron el reto de llevar vidas independientes adelantándose a los usos y costumbres de la época. Ante todo y ante todos, eran luchadoras por la Igualdad. Mi abuela no se casó con mi abuelo, un hombre 11 años más joven que ella, hasta casi los 40 años y tuvo un solo hijo, mi padre.
En esa época, finales de los años 20 del siglo XX, estos comportamientos de mujeres independientes y solas no sólo no estaban de moda como ahora, sino que estaban mal vistos para una mujer.
Ya con más de 90 años y viuda, mi abuela seguía siendo una mujer culta e independiente. Una luchadora hasta el fin de su vida. He tenido mucha suerte, mi madre, otra mujer de armas tomar, con 17 años salió de la casa paterna, su madre había fallecido cuando ella tenía solo 13 años , y se fue en el año 1948 a estudiar una carrera a Salamanca. Sola, para estudiar una carrera universitaria en un mundo de hombres. Poneros en su lugar. Ni becas ni Erasmus ni sindicatos de estudiantes, ni movimiento feminista, únicamente rodeada de hombres machistas, profesores y alumnos.
Estas mujeres que me formaron como persona en los primeros años de mi vida siempre nos trataron a los 5 hermanos, mujeres y hombres, como iguales. Iguales en las responsabilidades y en las obligaciones del día a día, iguales en los derechos, a todos nos ofrecieron la posibilidad de acceder a la universidad. A algunas personas les parecerá que estas cuestiones son banales puesto que ahora, en España, el acceso a estudios superiores por parte de las mujeres es un hecho habitual e incluso hay más mujeres que hombres y nos superan en mejores calificaciones y rendimiento. Hace 40 años todavía en muchas familias españolas la única forma de salir para las mujeres de la casa paternal era casarse para depender de otro varón, y seguir cuidando niños y ancianos.
Pero todavía queda mucho que hacer en España, y siempre quedará mucho por hacer, y no digo nada fuera de ella. El machismo está arraigado en nuestra cultura hasta los tuétanos.
Cuantas veces, incluso mujeres que afirman que sus parejas no son machistas, siguen asumiendo un rol sexista. Y nosotros, los hombres, también. La lucha por la Igualdad en cualquier ámbito de la sociedad, es de abajo arriba. Se trata de que los que tenemos los privilegios a costa de los derechos de otros y otras, seamos capaces de ponermos en su piel y prescindir de estos privilegios que en realidad son abusos a la otra parte. Da lo mismo que sea entre hombre y mujeres, entre clases sociales, por cuestiones de raza, de religión o de cultura.
La Lucha continúa y aún será larga y dura, incluso eterna. Y más con los energúmenos que han resurgido del fascismo misógino. Esto es como Sísifo, cuando crees que la piedra está arriba, otra vez a empezar de nuevo.
El 8 de marzo decenas de miles de ciudadanas y ciudadanos saldremos a las calles para hacer ver que queda mucho por hacer, pero que cada vez somos más. Bienvenida la avalancha de chicas jóvenes que se echan a la calle con sus megáfonos y sus atuendos violeta. Pero no, hijas no, esto no sólo es una fiesta, mientras no entendáis la trasversalidad, mientras no comprendáis que en cada arruga de vuestras abuelas, bisabuelas, madres, hay una marca de sufrimiento y carga extra por ser mujer, no seréis auténticas feministas. Porque el feminismo no es llevarse a tu bebé lactante al ministerio, mientras cientos y miles de mujeres que trabajan en ese mismo edificio y otros gubernamentales, no puedan hacerlo con la misma libertad que tu.
El Feminismo, como dice la vicepresidenta primera Carmen Calvo, la vicepresidenta del Gobierno y ex ministra de Igualdad, es la vida para las mujeres. Es su vida
El feminismo no solo es una traca de luces y colores y una fiesta. O que las chiquillas puedan “volver a casa, solas y borrachas, sanas y salvas”, que también. El feminismo es mucho más que eso. El feminismo, como dice Carmen Calvo, la vicepresidenta del Gobierno y ex ministra de Igualdad, es la vida para las mujeres. Es su vida. Es que ellas entiendan que las que friegan escaleras y luego llegan a casa, solas y sobrias, y reciben una somanta de hostias del marido machista, sean objeto de su solidaridad, de su compromiso y de su lucha. Que empiecen a comprender y ayudar a sus madres y a sus abuelas, dentro de las casas. A sus mayores, que tanto han sufrido para que ellas puedan tener una carrera, un futuro, unos derechos y una remuneración sin brecha salarial, así como el respeto de sus parejas y de los varones en general que conforman la sociedad en la que viven.
El feminismo también es que las mujeres maltratadas por sus parejas, que no tienen tampoco que llegar a casa solas, ni borrachas, sino que desde dentro el maltratador las aisla para acosarlas y maltratarlas a su antodo, de forma silenciosa, sin que la sociedad se haga eco de estas vidas dramáticas.
Se trara de que todas ellas, tengan las protecciones legales necesarias. Y estas leyes las han hecho, desde que hay gobiernos socialistas, muchas mujeres del movimiento feminista, mixto, y muchas políticas y militantes socialistas las han llevado al Boletín Oficial del Estado hasta conseguir que España sea hoy mismo, y también hace dos meses, el país más avanzado en feminismo del mundo. Desde siempre, los gobiernos socialistas han contado con asociaciones feministas y juristas para hacer leyes solídas y solventes que puedan ser aplicadas.
Así que, un poco de humildad y agradecimiento no vienen nada mal para aprender. Como digo, existe un feminisrto constante, a pie de obra, de activismo y lucha, y otro nuevo de colorines y traca que intenta ponerse medallas de las precursoras.