Catalunya lleva una década gobernada por partidos independentistas. La deriva del “procés” ha llevado a esta Comunidad a una situación complicada, no solo desde el punto de vista político, sino también social y económico. No es fruto de la casualidad que las listas de espera más largas en temas como la dependencia sean las que obedecen a Quim Torra, ni que el retroceso en políticas de igualdad, de infancia o en sanidad sea de los más sonados de toda España.
El mundo de Torra es el mundo al revés, de manera que las incongruencias forman parte de su día a día.
Ahora, el President presenta unos presupuestos. Paradójicamente, lo hace a la vez que avisa que, cuando los apruebe, anunciará la convocatoria de elecciones. Es algo que podría extrañar a propios y extraños, acostumbrados como estamos a que se disuelvan los parlamentos y se adelanten los comicios cuando los gobiernos no consiguen aprobar sus presupuestos. Pero el mundo de Torra es el mundo al revés, de manera que las incongruencias forman parte de su día a día.
Los presupuestos que anuncia Torra son más de los mismo, esto es, estancamiento cuando no recortes.
Los presupuestos que tramita en estos momentos el Parlament de Catalunya no son tampoco nada nuevo bajo el sol independentista. Más de los mismo, esto es, estancamiento cuando no recortes. Anuncian nuevos recursos para combatir y prevenir la violencia machista pero son sustancialmente los que provienen de las transferencias que el Gobierno de Pedro Sánchez destina a las Comunidades Autónomas en el marco de los acuerdos del Pacto de Estado en materia de Violencia de Género. En Cataluña siguen sin desplegarse las Unidades de Valoración Forense que mandatan la Ley integral y el Pacto de Estado, a pesar de que muchos de sus juzgados encabezan el ranquin de denegaciones de órdenes de protección a las víctimas de violencia de género. Las cuentas del señor Torra tampoco atienden las necesidades de la infancia, ni de las personas dependientes, ni se preocupan de recortar las largas listas de espera de la Sanidad.
En las universidades catalanas los estudiantes deben abonar unas tasas superiores a las del resto del país y se les dedica un montante presupuestario actual por debajo del de hace diez años
En 2010, antes de la aventura independentista, la Generalitat presidida entonces por José Montilla, del PSC, destinaba 4.200 millones a inversión. El presupuesto de 2020, en cambio, se reduce a 1.300 millones de euros. Por no hablar de las universidades catalanas, en las que los estudiantes deben abonar unas tasas superiores a las del resto del país y a las que se dedica un montante presupuestario por debajo del de hace diez años.
Es hora de que todo esto cambie. Pero únicamente lo hará si en las próximas elecciones catalanas, sean estas en el mes que sean, cambian las mayorías. El socialista Iceta es clave para que se produzca ese cambio. Y la mano extendida al diálogo del presidente Pedro Sánchez tiene que concretarse cuanto antes en una mesa que aborde - sin excusas ni impedimentos maniqueos como parece pretender el líder catalán- el problema que desde hace demasiado tiempo tiene a Cataluña en una parálisis política que amenaza con embarrancarla.