En la radio, un tertuliano recurre al título de la conocida cancioncita para ilustrar que, en caso de nuevas elecciones, ganará la abstención. Se funda su augurio en el trillado supuesto de que los votantes de derechas siempre votan, mientras que los votantes de izquierdas se abstienen cuando les desencanta cualquier fallo de sus líderes. Lo que debe convencer a los oyentes de que los líderes de las izquierdas han fallado a sus votantes. Para eso les pagan a los opinantes de nombres sonoros; para crear opinión en las mentes de los anónimos.
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Todo muy claro, muy obvio, muy trillado. Pero el título de la canción que el tertuliano elige para redondear su discurso lleva otro mensaje que puede detectar cualquier oyente con algo de perspicacia. Dice el título que los votantes se preferirán metafóricamente muertos, callados como muertos mientras seguimos girando en el oscuro torbellino al que nos precipitó la recesión; muertos de miedo y de asco. Dice el título que los votantes se preferirán así de muertos antes que hacer un sencillo esfuerzo racional para agarrar la cuerda que nos ofrece sacarnos del pozo. Lo que nos permite descubrir que quien esto afirma, está convencido de que los españoles somos imbéciles.
No lo somos. Antes sencillos, simples, cualquier cosa que muertos. Y quien piense lo contrario padece de una imbecilidad mayor que la que nos supone. Alardeando de una inteligencia superior al montón, la mayoría de los periodistas y comentaristas de este país se apuntaron a la mofa desatada de los partidos de derechas contra Tezanos al publicarse la última encuesta del CIS antes de las últimas elecciones. Su pronóstico de la mayoría del PSOE y del derrumbe del PP mereció burlas e insultos sin medida. Las hemerotecas conservan para la posteridad la ridiculización inmisericorde de esa encuesta, como conserva los resultados de las elecciones que dejaron a todos en ridículo convirtiendo sus sonrisas sarcásticas en muecas de vergüenza. Apaleados, sí, pero muertos, no; la mayoría no cayó en las trampas de las derechas ni de la supuesta extrema izquierda; la mayoría se aferró a la cuerda que le ofrecía un hombre experto en salir de pozos.
Curiosamente -o no-, los medios no se encarnizaron con los perdedores como se habían encarnizado con el director del CIS. Bastante tenían los pobres chicos de las derechas con que la mayoría de los españoles no hubiera hecho ni puñetero caso a sus burlas, sus insultos y sus mentiras y hubiese dejado en ridículo a quienes se creían los más listos. Ganó el PSOE, pero lejos de la mayoría absoluta. Periodistas y comentaristas dispusieron sus dedos a aporrear teclados y sus voces a hacer vibrar micrófonos con lo pírrico de la victoria de Pedro Sánchez. Los apuros del presidente en funciones para formar gobierno bastarían para que la gente olvidara el ridículo de Casado, Rivera y Abascal.
A esos apuros se aferran las derechas y quienes les sirven de altavoces. Resulta que el PSOE tiene que pactar por narices con Podemos, que no tiene diputados suficientes para darle la mayoría, porque los de las derechas declaran un día y el siguiente, de todas las formas posibles, que antes muertos que abstenerse para que siga gobernando Sánchez. Pero resulta que Iglesias, cuarto en el orden de llegada, para pactar exige que Sánchez le deje montar en su gobierno un gobierno paralelo con los miembros más ilustres de Unidas Podemos, para controlar a los ministros socialistas y darles caña. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que aceptar eso es de locos, ni estar muy informado para saber que de loco, Sánchez no tiene nada. Pero sea como sea, los comentaristas tienen que contarlo como quieren que suene, con la esperanza, otra vez, de que la mayoría, por imbécil, se trague su versión. Esa versión dice que si no se puede formar gobierno, la responsabilidad es de Pedro Sánchez. Que si Pedro Sánchez no acepta las exigencias de Pablo Iglesias es porque siempre ha preferido nuevas elecciones antes que un gobierno de coalición. Y dice que en esas elecciones, el PSOE puede llevarse un gran batacazo porque los españoles de izquierdas se van a abstener desencantados por la falta de responsabilidad de Pedro Sánchez.
Porque resulta que Pedro Sánchez es responsable, no solo de todo lo que pasa en España, sino también de lo que ocurre en parte del extranjero. Para muestra, su tardanza en resolver la situación de los emigrantes hacinados en el Open Arms. Estaba el barco ante la costa italiana, a pocos metros de tierra. No podía llegar a puerto porque se lo impedía rotundamente el Ministro del Interior italiano. Pero la responsabilidad era de Pedro Sánchez. Malta también se opuso a que el Open Arms desembarcara en su territorio. Pero la responsabilidad era de Pedro Sánchez. La situación de los emigrantes en el Open Armas era desesperada. Y la responsabilidad era de Pedro Sánchez. ¿Por qué? Porque un barco que, contraviniendo su compromiso con Fomento, se fue a buscar emigrantes en la zona de Libia, navegaba con pabellón español. O sea, que la decisión del Open Arms no comprometía a Italia ni a Malta ni a ningún otro país de la Unión Europea. Comprometía a España y, como a España la representa Pedro Sánchez, la responsabilidad por la situación infrahumana de los emigrantes era solo suya. Por esa responsabilidad incumplida, las derechas exigen que Pedro Sánchez dé cuentas ante el Congreso. ¿A los diputados de algún otro país europeo se les ha ocurrido pedir la comparecencia de su presidente para que dé explicaciones por el abandono a su suerte de los emigrantes que huyen a Europa? Por supuesto que no, pero eso solo quiere decir que los políticos españoles son diferentes, tan diferentes que, por destacar la irresponsabilidad de su presidente, no les importa dejar mal a España ante el mundo entero si hace falta. ¿Pero no dicen adorar a España, llevarla clavada en el corazón? Sí, pero...por recuperar el poder, antes muertos que sencillos.
Antes muertos que sencillos habría que decir de la mayoría de los periodistas y comentaristas de este país que cada día van al curro en redacciones y programas de radio y televisión exprimiendo su memoria para que no se les olvide lo que dijeron ayer y antes de ayer, y exprimiendo la parte creativa de su cerebro para inventar nuevas formas de decir lo mismo sin que se note que se repiten. ¿Qué repiten? Que la mayoría de los ciudadanos se equivocó al dar la mayoría a Pedro Sánchez. Que lo más sensato hubiera sido dársela a Albert Rivera, porque ya que no iba a ser mayoría absoluta, tal vez hubiera podido contar con la abstención del PSOE o, en todo caso, con los votos del PP y de Vox. ¿Eso dicen? No exactamente. Lo que quieren decir va más allá, pero pasa que muchos no se atreven a decir lo que tienen que decir, por si acaso, pero en los molinos de sus mentes van girando falacias, sugerencias para sugestionar a su público haciéndole llegar a la conclusión a la que tienen que hacerle llegar.
Albert Rivera proclamó durante la campaña que con Sánchez, ni a la vuelta de la esquina; que con el PSOE de Sánchez, ni para quitarse el hambre. Lo que a cualquier persona de inteligencia normal lleva a deducir que lo que intentan colarnos es que hay que votar al trío de las derechas. O sea, que a los españoles nos conviene un presidente como Casado, que con toda seguridad sacará más votos que Rivera; presidente de un partido que se murió de corrupción y volvió a nacer limpio e inocente por obra y gracia de Casado sin que se haya exigido a los que lo mataron, robando todo lo que pudieron robar, que devolvieran lo robado y pagaran por su crimen. O sea, que a los españoles nos conviene un vicepresidente absolutamente convencido de nuestra imbecilidad, que acepta los votos de la extrema derecha y los pactos de la extrema derecha con el Partido Popular para que le toque un poco de poder, pero jura y perjura que no tiene nada que ver con la extrema derecha porque es de centro muy centrado. O sea, que a los españoles nos conviene que Abascal, salga o no en la foto, obligue a los otros dos a gobernar según su programa porque si no, les quita los votos; les quita el poder. O sea, que a los españoles nos conviene seguir, callados como muertos, girando en el torbellino de inmundicia que agitan políticos sin escrúpulos. Es la moda Trump, Salvini, Bolsonaro. ¿Por qué vamos a rebelarnos contra el ejército financiero que está venciendo en los países más importantes del mundo?
Entonces, ¿Pedro Sánchez no tiene nada que ver con esos? La respuesta está en el programa del PSOE, colgado en su web antes de las últimas elecciones; un programa que el gobierno del PSOE empezó a aplicar en cuanto entró en La Moncloa. Pero la prueba indiscutible de que Sánchez no tiene nada que ver con el individualismo insolidario, antimoral, infrahumano de los llamados neoliberales, es que la mayoría de los periodistas y comentaristas de este país consagran todos sus esfuerzos en poner a la opinión pública, de un modo u otro, contra Pedro Sánchez. Pedro Sánchez es el enemigo a abatir porque es el único que representa un peligro para las élites financieras.
Iglesias da miedo, pero, precisamente porque da miedo a la mayoría, no constituye un auténtico peligro para nadie. Iglesias y su Unidas Podemos recuerdan al fracaso de Woodstock, un espejismo de libertad desenfrenada que asustó a los sensatos. La resaca sumió a los jóvenes en el desencanto. El desencanto nos ha acompañado a todos hasta aquí. Iglesias y su Unidas Podemos recuerdan el fracaso del comunismo, de su idea de crear una sociedad de todos igualmente pobres menos la élite política, de todos iguales a cambio de la pérdida de la libertad. A Iglesias solo le han votado y le votarán los nostálgicos de utopías que solo han existido en la imaginación de unos pocos y que ahora existen solo en la ilusión de unos cuantos a los que no interesa la historia.
Pedro Sánchez no le da miedo a nadie más que a los que fundan su poder en el miedo de los demás. Le votaron los que se resistieron a aceptar las mentiras que intentaban inocular el miedo en los votantes. Le votaron los que se resisten a que otros les digan lo que tienen que pensar. Y es muy probable que le sigan votando los que se quieren sencillamente vivos, sin ganas de retroceder a un pasado tenebroso ni de aventurarse a un futuro mundo feliz de mentes dirigidas por mandamases.
El tertuliano que me inspiró el artículo se equivocó al elegir la canción de María Isabel para hacerse el gracioso. La mayoría de los españoles nos queremos vivos, fuera del pozo en el que nos metieron los defensores del Dinero. La falta de sencillez solo preocupa a los que se prefieren muertos antes que perder fama, empleo y sueldo y, por supuesto, poder, aunque solo sea el triste poder de sugestionar a los que se dejan.