Tan insignificante era -y es- que un político corrupto confeso como Francisco Granados –el mismo que hace años pidió mi cabeza a Carlos Llorente, a la sazón dueño del semanario GENTE, quien se la entregó en bandeja de plata por razones obvias- la exculpó de la operación Púnica porque era incolora, inodora e insípida y no tenía capacidad para influir en nada, pese a que ahora reclama –cuando le interesa- la herencia de dos troleras como Aguirre y Cifuentes.
¿Fueron estas dos ex lideresas sus avalistas para colocar en la cumbre vallecana a alguien inocuo y obediente? Chi lo sa. ¿Mujer de paja de Casado? Sin duda, como Martínez Almeida lo es en el Ayuntamiento capitalino. Si Ayuso adornó su campaña con ideas estúpidas, promesas falsas y frases vacías de contenido, Almeida la basó en mentiras que en cualquier otro país o en un partido decente le habrían obligado a presentar la dimisión al día siguiente de detentar la vara de mando municipal.
¿Por qué Casado, que no los votos de los españoles, ha encumbrado a esta política inane? Muy sencillo. Carece de escrúpulos políticos y con tal de figurar no le importa ser títere del ventrílocuo que la maneja para que su boca articule lo que Casado no quiere decir para reforzar su nueva imagen de líder moderado.
No voy a entresacar frases del discurso de Ayuso,- léanlo y juzguen-. Su apuesta por la ultraderecha es la misma que la de Casado en su campaña para las generales. Ayuso y Almeida son dos marionetas de Abascal y Casado y Aguado y Villacís son oyentes que cobran y permiten a Ribera blasonar de un poder autonómico que no tiene. Su rol político es el de comparsa de la ultraderecha. Lo es en Andalucía, en Madrid, en Murcia, en Castilla-León y lo será en el resto de España el día en que Sánchez forme Gobierno o dé la palabra de nuevo a los dueños de este país.
La sociedad española verá pronto que Ayuso es una continuación de la palabrería falsa de Aguirre y Cifuentes. La bajada récord de impuestos- que no hará, como Almeyda no quitó las multas de Madrid Central- solo se traducirá en más beneficios para las grandes empresas y no para sus trabajadores. Es una coartada para nuevos recortes sociales y llevará al Gobierno autonómico a una inactividad total para justificar los traspasos de los servicios al sector privado con las consecuencias que ya conocemos.
Y como muestra de sus intenciones, el clásico botón. Nombrar consejero de justicia a Enrique Lopez, un juez proscrito por su parcialidad con la Gurtel y detenido por conducir su moto de madrugada y borracho indica que es una niña obediente y que su política se basará en gobernar para su partido.
Cuando acabe el mandato de PP, Cs y VOX, sólo quedará para la Historia el recuerdo de la absoluta incapacidad para tomar una sola decisión beneficiosa para Madrid y para España, más allá de alguna medida tan peregrina como demagógica. Claro que esto solo es posible no sólo por los nefastos Gobiernos de Ayuso y Aguado, Almeida y Villacís, si no también porque los tiempos no están para valorar a políticos de la talla intelectual de Gabilondo, que posiblemente bien haría en retirarse a otros menesteres donde su sabiduría y humanismo sean mejor apreciados y por la falta de profesionalidad política de una persona como Pepu Hernández, cuya impotencia política ha dejado hueco para que se erija como líder de la oposición Iñigo Errejón.