En un continente golpeado por las crisis climáticas, el manejo holístico del suelo resulta un asunto crucial en la lucha contra la desertificación. "El futuro de los medios de vida en Sahel, donde las lluvias son hoy un 15% menores que hace 50 años, pasa por una mejor gestión del agua y del suelo, bienes cada vez más preciados para 300 millones de personas" afirma la responsable de seguridad alimentaria y medios de vida de Acción contra el Hambre, Hélène Pesquier, que señala, además del cambio climático, a las acciones del ser humano como culpables de que el desierto gane terreno en esta región, "el monocultivo de cereales y el hecho de que el pastoreo sea permanente en las mismas zonas durante mucho tiempo está agotando la capa superior del suelo, con lo que la retención del agua es menor. Esto, añadido a una mayor erosión de precipitaciones cada vez más intensas sobre suelos desnudos en la temporada de lluvia deja los suelos enormemente debilitados hasta que se produzca su agotamiento" añade.
Acción contra el Hambre puso en marcha en 2019, junto a la organización española AleJAB, un proyecto piloto para tratar de aprovechar los nutrientes naturales de los animales sobre los suelos: "convencimos a las comunidades de Keita, una de las zonas más afectadas por el hambre en Níger, para que hiciesen pernoctar sus animales en un perímetro cercado durante siete noches para abonar el terreno. Solo tenían 18 vacas. Al cabo de esa semana, se cerró el perímetro para que las pocas plantas presentes se recuperasen. La orina y heces producidas durante siete días, y el descanso de las hierbas tuvieron efectos asombrosos sobre la regeneración del suelo: en solo ocho semanas el pasto volvió a crecer", explica Joaquín Cadario, coordinador del proyecto. "Es la forma más sostenible posible de compatibilizar agricultura, pastoreo y adaptación al cambio climático".
Acción contra el Hambre trabajará ahora con las comunidades locales para acordar un modelo de gestión del territorio que aporte el abono natural de los animales y favorezca la recuperación de las hierbas, y por lo tanto, del suelo. “El efecto demostrativo de las parcelas ha sido muy positivo. La población ha visto el potencial que tienen sus terrenos y quiere aunar esfuerzos para luchar contra la desertificación y el cambio climático", concluye Pasquier.