En las últimas semanas estamos asistiendo a la confirmación de que, casi sin darnos cuenta, un peso pesado de la política ha llegado, y lo ha hecho para quedarse. Se trata de Pedro Sánchez.
Cuando retomó su campaña para la Secretaría General del PSOE, casi contra la opinión de todos, muchos lo tomaron como una iniciativa romántica pero obstinada, con un cierto aroma de venganza. Las bases creyeron en él. Su acción política como líder socialista hasta la moción de censura, tras su renuncia al escaño, fue considerada poco menos que suicida. La rapidez y éxito de la moción de censura dejó a muchos perplejos, pues fue para unos audaz y para otros temeraria. Aunar a casi toda la cámara para una acción con expectativas positivas no dejaba de ser algo insólito en España.
Tras una brevísima legislatura, todos los analistas se inclinaban por el superdomingo de mayo para una cuádruple convocatoria electoral o, en su defecto, generales en otoño. Tampoco acertó nadie. Las elecciones a Cortes, un mes antes de las locales. Una vez más, que hable el pueblo.
En los últimos días, las sorpresas siguen llegando. ¿Se ha dedicado Pedro Sánchez a desgastar más si cabe a un PP en horas muy bajas? Todos sabemos que no, que ha preferido que la derecha española no se rompa más y pienso saber por qué. Una ruptura del PP hubiera supuesto que una gran parte de los votantes hubieran girado hacia C’s, lo cual es algo absolutamente normal y hubiera supuesto consolidar una posibilidad de alternancia, lo que es positivo para cualquier democracia. Pero existe un alma muy tradicionalista en el conservadurismo español, especialmente en temas que afectan a lo religioso y a la moral, que C’s no sabe captar. Todo este electorado, sin la existencia de un PP lo suficientemente sólido, podría haber visto en VOX su opción, lo cual no deja de ser extremadamente peligroso para la convivencia nacional. No, ha debido pensar Pedro Sánchez, no es el PSOE el que debe apuntillar al PP. Hay que dejarle campo suficiente para que se rehaga y rectifique la deriva ultramontana que estaba tomando y que sus votantes más a la derecha no piensen en opciones claramente antisistema. En algún medio se ha llegado a decir incluso que el papel de promotor de negociaciones está reservado al Rey y que Pedro Sánchez, al igual que con el error del RD en vez del DL, quiere usurpar su figura. El Rey, en cuestiones políticas, debe desempeñar un papel meramente formal y estos comentarios son pura insidia.
Esta semana Pedro Sánchez ha tomado otra decisión inesperada. La propuesta de Miquel Iceta como presidente del Senado no deja de ser significativa. Una de las voces más federalistas del socialismo para presidir la cámara que debe ser de representación territorial, mucho más que la simple aplicación del artículo 155. La reacción de ERC ha sido fulgurante, ya que les resta argumentos de que Madrid es solo un foco de anticatalanismo.
La legislatura no ha hecho más que empezar y Pedro Sánchez, como ya nos empieza a tener acostumbrados, sigue llevando la iniciativa. Este es, de momento, su mayor signo distintivo y le está dando importantes réditos a su persona, como estadista, al partido, por la victoria electoral, y a España, por la rebaja del tono del discurso crispado mantenido hasta ahora por PP y UP. Si C’s acepta la nueva situación, podremos pensar en que grandes pactos de estado no son una quimera en España.
Rajoy se definió a sí mismo como un hombre previsible, pero lo fue tanto que todas sus iniciativas eran descontadas con antelación por conocidas por todos. A Zapatero se le acusó de improvisación, ocurrencias según el lenguaje de sus detractores. Pedro Sánchez es la iniciativa.