De esta forma, y comparando con el último año en el que España votó de forma conjunta a su representación en Europa, en nuestras comunidades y en los municipios, en 1999 el 63,05% de las personas llamadas a las urnas ejerció su derecho al voto. Una circunstancia que, por lo tanto, debe posicionarnos en el optimismo y que, aunque todavía lejos, por fin sitúa la elección del legislativo del viejo continente cerca del lugar que le corresponde.
Aclarado el dato sociológico, sigue resaltar la gran responsabilidad a la que nos enfrentamos, y lo que verdaderamente significará introducir la papeleta –presumiblemente azul- en la caja de metacrilato correspondiente. Si bien en estos momentos, a nivel continental, la inacabada y aparcada crisis de los refugiados, junto al laberíntico -y aparentemente sin salida- Brexit, son dos los grandes retos a los que nos enfrentamos, no debemos olvidar que otros grandes desafíos fueron resueltos por Europa y bien sirvieron para fortalecer y engrandecer la Unión. Me fijo, sin ir más lejos, en el diagnóstico y terapia que se aplicó en la crisis del Euro hace unos años, manteniendo nuestra unidad monetaria en perfecto estado de revista para competir con los enormes mercados que al este y al oeste tratan de hacerse con nuestra economía. Por lo tanto, sí, sí somos capaces de remar en el mismo sentido por el bien común, y el optimismo debe abrirse paso ante la mediocridad y la inacción, siempre vestidas de pesimismo y rancio euroescepticismo.
Constatado el poder en conjunto de los hasta ahora 28 estados miembros, queda remarcar todas aquellas cuestiones que quedan en liza bajo la bandera azul con estrellas amarillas, y que para su puesta en marcha, deberán pasar por el control y trabajo legislativo, espacio de la soberanía y cimientos que sustentan el ejecutivo. 705 escaños se elegirán entre los ya 27 países representados, 59 de ellos corresponderán a España, y desde ahí se tendrán que mirar desde cerca los desafíos que se sumarán a la ya mencionada cuestión migratoria y a la salida del Reino Unido. La igualdad y el feminismo, que están sufriendo un feroz ataque de una limitada pero creciente y ruidosa representación, no puede dar ni un paso atrás en el trayecto recorrido, y es que todavía es mucho el camino que queda por recorrer, senda que en ocasiones parece infinita. Así mismo, la transformación digital, absolutamente absorbida por China y Estados Unidos, no puede sorprender a Europa sumida en la edad del petróleo, cuando éste ya ni es oro ni es futuro, quedándose en el imprescindible lastre que debemos soltar para crecer en la transición ecológica y la adaptación de nuestro mercado laboral a la digitalización. Por último, y aunque son infinitas las cuestiones que nos dejamos en el tintero, la economía europea afronta una etapa en la que se eliminan los estímulos, en un año en el que, además, el Banco Central Europeo verá como a partir del 1 de noviembre cambia de titular el sillón de su presidencia.
Igualdad, Inmigración, Euroescepticismo, Economía o Transformación Digital, son, muy a trazo grueso, las principales líneas que marcarán los próximos 5 años que marca el calendario electoral. De nuestro voto dependerá si continuamos el difícil camino del feminismo real o nos abandonamos al peligroso y letal discurso de las fuentes conservadoras. De quién elijamos para representarnos en Europa este lustro penderá que construyamos un territorio solidario, sensible y cercano o que condenemos a gran parte de la humanidad al hambre, la guerra y los abusos. De nuestra elección saldrá una unión más fuerte, consolidada y competitiva o, por el contrario, se sumará la debilidad del aislamiento y el seguro canibalismos al que nos someterán las potencias clamando que su país va primero. De la papeleta azul que seleccionemos surgirá un continente preparado con una protección única al desempleo, provisto de una moneda fuerte y con todas las garantías de asumir los requerimientos que exige la Transformación Digital, o, como algunos quisieran, el aislamiento y la debilidad, eso sí, envueltos en las banderas y simbolismos de la división, el cortoplacismo y el bienestar de unos pocos, los de siempre.
Muchos es lo que nos jugamos en Europa. Mucho más de lo que imaginamos, y mucho más de lo que pudiera escribir en este artículo por mucho que lo alargara. El Partido Socialista Obrero Español, con Pedro Sánchez e Iratxe García a la cabeza, conscientes de lo crucial de la cita, llevan tiempo preparando el encuentro, garantizando que la papeleta azul con la rosa roja sea la garantía de la lucha por la igualdad, el feminismo, las oportunidades, la digitalización y, en definitiva, la fortaleza de Europa en el Mundo, siempre con una mirada optimista basada en el trabajo, el rigor y el esfuerzo que te aporta un partido que metió a España en el club en 1986, en la por aquel entonces Comunidad Económica Europea, y que hoy mantiene intactos, e incluso reforzados, sus principios europeístas.