Los discursos de los políticos son infantiles, simples y teatrales”. La frase no es mía, es de Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid. La suscribo al cien por cien. La decadencia de la democracia española, mas que por el alejamiento ciudadano de las instituciones, empieza a notarse por el lenguaje de nuestros representantes carente de un transfondo intelectual.
Por decirlo con un estilo saussuriano son significantes sin significado. Parecen dirigidas a una sociedad infantil, inmadura e ignorante. Los políticos, la mayoría de ellos aunque no todos, claro, piensan que son frases rotundas, duras. No se dan cuenta de que estas frases que les dictan -las distribuyen por la mañana en la sede de los partidos con los churros del desayuno- lo único que revelan es un vacío intelectual y democrático desolador. Son frases que dichas en sede parlamentaria son recibidas por los corifeos del líder con grandes aplausos y risotadas, siguiendo un guión como el que daban los directores de teatro a los miembros de la cla.
No es necesario repasar ahora las perlas que en los últimos días nos han dejado líderes -por decir algo- como Pablo Casado, Albert Rivera, Quim Torra o Carles Puigdemont, por citar solo a los más recientes, para detectar el bajo nivel político de esos personajes, que arrastran con un estilo rastrero a sus hooligans a realizar actuaciones tan impresentables como las que protagonizaron la pasada semana en el Congreso personajes como Gabriel Rufián y sus compañeros de bancada. Los insultos que se escucharon no tienen más motivación que tapar la carencia absoluta de ideas y de proyectos de una oposición que ignora cuál es el papel que deben representar en una democracia representativa.
Ignoran estos personajillos de la vida pública española que su postura, además de denigrarles, denigra al sistema democrático mismo. Este cruce de insultos y descalificaciones baratas no hacen sino alejar a los ciudadanos de las urnas. Estos debates, mas propios de una tertulia deportiva o de programas televisivos estilo Sálvame o GH VIP, hacen imposible depositar un voto a su favor. ¿Como votar a un cobarde, a un golpista, a un fascista, a un mentiroso...? Hay que hacer un verdadero ejercicio de voluntad democrática para acercarse a las urnas después de presenciar un debate en el Congreso o en el Senado o en televisión o acudir a un mitin electoral de los llamados líderes de los partidos.
Quizás porque la derecha siempre ha estado, de una u otra forma, en el machito del poder, su labor como oposición siempre ha dejado mucho que desear porque carecen de sentido del Estado... democrático. Muchos son los ejemplos con los que podría ilustrar esta afirmación pero les voy a dejar con uno que ha servido de referente para que Pablo Casado haya tenido la desfachatez de culpar al Gobierno de Sánchez de la frase delatora de Ignacio Cosidó sobre las presiones del PP para controlar al poder judicial.
La frase es de Miguel Angel Rodríguez, mas conocido como MAR, consejero áureo de José María Aznar, el líder que dijo aquello tan profundo de que tenía una oreja enfrente de la otra. El citado MAR recurrió a este argumento para descalificar a Rodríguez Zapatero: “ETA ya lleva 40 años haciendo lo mismo así que sólo hay un culpable,Rodríguez Zapatero”. Es evidente que Casado tiró de archivo de su ídolo político para salir del charco en que le metió su colega Cosidó, hombre de su confianza y ex director general de la Policía. Con estos antecedentes ¿alguien se puede extrañar de que la señora Cospedal recurriera a un comisario para manipular las pruebas que la comprometían a ella y a su partido? No me contesten, sólo reflexionen.