Los que están acostumbrados a que el Congreso de los Diputados o los parlamentos regionales sean cada vez más una barra de bar en la que todo está permitido para lanzarse al cuello del contrincante político, nunca podrán imaginar qué hace en estos turbios ambientes un hombre como Ángel Gabilondo.
Nadie podrá decir jamás que el portavoz socialista en la Asamblea de Madrid recurra al insulto, la descalificación, el grito, la polémica o el juego sucio cada vez que sube a la tribuna de oradores. Es una especie de contrapolítico que va en dirección contraria al resto de sus colegas, pase lo que pase. Y eso le convierte en una persona que no sigue las modas para mantenerse fiel a la esencia de lo que nunca debió dejar de ser la política. El señor Gabilondo no habla para entresacar un tuit, ganarse un titular de prensa o protagonizar un video viral. Habla de su visión de la sociedad y la defiende con inmensa elegancia, pero, a la vez, con contundentes argumentos.
Esta semana lo volvió a demostrar en la Asamblea madrileña. Allí acudieron los representantes de la ciudadanía para debatir, como no, de la pandemia que recorre el mundo y de la gestión que de la misma se ha hecho desde el Gobierno de la Comunidad de Madrid.
Ese Ejecutivo en el que está instalado desde hace más de 20 años el Partido Popular. Y ahí sigue, aunque ahora ha tenido que buscar la compañía de los ‘liberales’ de Ciudadanos y la ultraderecha de Vox, para crear un ‘triumvirato’ de la derecha.
A pesar de las enormes diferencias de modelo entre los socialistas y los que ostentan el poder en Madrid, la coyuntura política obliga a que todos los partidos se sienten alrededor de una mesa para consensuar un gran pacto que reconstruya en la región lo que ha venido a destruir el coronavirus en las últimas seis semanas.
Así lo entienden desde el PSOE. Pero hay un problema. En el Gobierno de España están los socialistas, porque así lo han dispuesto los ciudadanos y las mayorías parlamentarias, y eso no lo puede consentir el Partido Popular. Ahí acaba cualquier posibilidad de entendimiento.
Por eso, el partido de Pablo Casado y de Díaz Ayuso lleva meses marcando su estrategia política en base al ‘manual conservador para tiempos de oposición’. Ese que solo tiene un objetivo, derribar cuanto antes al Gobierno para volver al poder, ese poder que siempre han creído que les pertenece por naturaleza.
A pesar de los ataques, Gabilondo que debe ser que es un político pertinaz e incansable al desaliento, utilizó su réplica parlamentaria, para insistir en la necesidad de alcanzar un pacto “que no consiste en que yo me acerque a usted o usted a mi (…) es que nos pongamos de acuerdo para ver si construimos algo juntos (…). Tenemos que ponernos juntos a buscar ¿o es que usted cree que ya sabe a dónde vamos? Porque si lo sabe nos lo podría haber contado para conocer cuál es el horizonte al que vamos”.
El portavoz socialista reclamó a la presidenta que “no se aísle usted, no aísle a Madrid, ni siquiera con la bandera del orgullo de sus cualidades. Queremos un Madrid muy colaborativo, participativo y que sea verdaderamente el tractor de solidaridad de España”.
También preguntó Gabilondo sobre la salud financiera del gobierno regional y sobre cómo están las cuentas de la Comunidad. Y se ofreció a ser “el cartero de las peticiones” del Ejecutivo autonómico para el Gobierno de la nación, eso sí, siempre que esas peticiones sean justas, y no rompan la solidaridad interterritorial. Pero también pidió una mesa donde “los que saben de esto” (refiriéndose a la economía) planteen las necesidades que tenemos y lo que tenemos y no tenemos que pedir. Nuevamente ofreció todo su apoyo y el de su grupo parlamentario para solicitar un nuevo sistema de financiación autonómica actualizado y justo con todas las Comunidades.
Sobre las ideologías, Gabilondo recomendó a la presidenta regional no abandonar la suya. Porque dejar de lado la ideología convierte a las personas en una especie de ‘burócratas sin alma’. “Yo no necesito que alguien piense igual que yo para ponerme de acuerdo con él. Se puede poner uno de acuerdo con alguien, anquen piense de modo diferente. Eso es aceptar a los demás y creo y pienso que lo vamos a hacer”.
Así es Ángel Gabilondo, un líder político diferente, que huye de embarrar la vida política para hacer el trabajo por el que le paga la ciudadanía: tratar de buscar el consenso, el bien común y las medidas más justas que mejoren la sociedad. Difícil lo tiene teniendo en cuenta a quién tiene enfrente, pero no cejará en su empeño mientras siga donde está.