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Opinión | |||
La gestión del riesgo social |
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Por Nieves Sánchez Guitián | |||
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Cuando hablamos de políticas sociales, debemos atender a que el objeto de su acción abarca múltiples dimensiones: espiritual, emocional, física y mental. La cultura de grupo social sería el espíritu que nos aporta capacidad de ver y articular lo que beneficiará al conjunto de personas con el tiempo. En este sentido, la visión colectiva unida a un planteamiento a largo plazo, serían el polo opuesto a una visión individualista y cortoplacista. El alma racional, ese pensamiento de equipo, será clave a futuro para conseguir un desarrollo sostenible. Lo que pase aquí y ahora, tendrá repercusiones en la otra parte del planeta y en un futuro próximo. Desde un punto de vista emocional, tenemos una cierta capacidad de dominar nuestras propias emociones al servicio de un propósito superior. La variable física se refiere a la capacidad de convivencia, de reunión entre personas y de mutua colaboración. Una última capacidad sería la mental, la de reconocer cómo nuestro pensamiento individual y fuerza creadora colectiva afecta sobre los resultados que deseamos. |
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En estos tiempos de pandemia vemos que, para afrontar esta adversidad compleja, se necesita una ciudadanía generosa y dispuesta a cierto sacrificio por un bien común. Se requiere enfatizar la responsabilidad y el empoderamiento de la ciudadanía. Pero también son imprescindibles unas estructuras de Estado capaces de liderar esa gestión de riesgos para dirigir el barco hacia una sociedad más resiliente. Dejar toda la carga en manos de la ciudadanía, como ocurre en zonas abandonadas, y sin la atención política adecuada, desembocará a medio y largo plazo en una situación anárquica, con planteamientos antisistema, y donde el populismo radical tendrá su caldo de cultivo. Este será nuestro mayor lastre social y económico si no actuamos a tiempo. Ante el cambio de paradigma que tenemos ya aquí, con una sociedad globalizada que va a cambiar sus prioridades y su funcionamiento, es importante trabajar en un modelo de gobernanza capaz de adelantarse a lo que pueda ocurrir. Para ello, no debe menospreciarse ninguna herramienta que, con fundamento científico, ayude a atisbar posibles escenarios y trate de apuntar posibles soluciones. La cantidad de variables es enorme, la interrelación entre ellas muy amplia y se requiere de una auscultación permanente dada la rapidez con la que ocurren los acontecimientos. Avanzar hacia un modelo socialdemócrata en lugar del liberalismo a ultranza como modelo antagónico, no será ya una cuestión ideológica, sino que deberá ser un principio de gestión para que la sociedad actual pueda sobrevivir a sus propios riesgos. Tanto la ciencia como la ética pueden y deben contribuir a marcar el camino adecuado. La gestión del riesgo social, como ocurre con los demás riesgos, necesita de herramientas basadas en el conocimiento, que combinen la participación ciudadana, con la educación como pilar fundamental, y que, a la vez, derriben fronteras creadas artificialmente, las cuales, en el nuevo mundo del conocimiento y de la telemática, dejarán de tener sentido. Todos los días podemos mirar a nuestro alrededor y ver consecuencias no deseadas derivadas de lo que parecían ser los mejores planes, sobre el papel. Cuando lo que se busca es un impacto positivo a nivel colectivo es imprescindible poner indicadores y actuar con innovación política. Lo que ha ocurrido en la Cañada Real estas semanas pasadas, o lo que está pasando ahora con graves altercados, debe hacernos cambiar de rumbo, poniendo la máxima atención desde las instituciones y con exigencias justificadas por parte de la ciudadanía. La explicación de estos efectos no deseados, está en los siguientes elementos:
Parece que debemos cambiar nuestra forma de abordar los complejos problemas sociales, mientras observamos que:
La garantía universal de los derechos sociales demanda unas políticas públicas capaces de dialogar e integrarse entre sí, con una imprescindible integración intersectorial, en torno a una finalidad conjunta: el bienestar. ¿Cómo podría la política social lograr un cambio sostenible e innovador? Una característica esencial de cualquier cambio significativo en sistemas complejos es el aprendizaje continuo, asumiendo que la complejidad inherente y cambiante de los problemas sociales obliga a diseñar procesos para evaluar y ajustar las estrategias en el tiempo. Se necesitan cinco condiciones para el éxito colectivo entre la multitud de partes interesadas en “lo social”: -Una agenda común, -Sistemas de medición compartidos, -Actividades de refuerzo mutuo, -Comunicación continua y -Organizaciones de apoyo a la columna vertebral. Entonces nos preguntamos ¿Cuál es la columna vertebral del cambio social?En un mundo que ha entrado de lleno en la era de los riesgos globales, muchos de los cuales se generan internamente en los ecosistemas humanos, y fundamentalmente debido a causas relacionales, sería especialmente eficaz incorporar un enfoque de conocimiento, operativo y funcional, de gran amplitud y de carácter orgánico. De forma similar a un organismo vivo nuestros sistemas de atención social deben ser capaces de autorregular su propio funcionamiento, recibir de forma muy precisa la información sobre las tendencias globales y también de las relaciones sociales en las comunidades, grupos e individuos. Actualmente no disponemos de sistemas que puedan informar en tiempo real sobre acontecimientos que provocarán un síntoma, conflicto o fenómenos excluyentes a medio o largo plazo. Pero es imprescindible su desarrollo para que ese soporte tecnológico cree alertas y se adelante a posibles decisiones erróneas con consecuencias catastróficas o de difícil reparación. Son muchas las ventajas de un cambio cualitativo de perspectiva sobre lo social, y parece ya urgente abordar este problema complejo. Las desigualdades van a más y parece que la visión cortoplacista en política no permite el cambio de tendencia. Por todo ello, la política debe afrontar un verdadero cambio de paradigma en lo social y construir la columna vertebral que lo consolide, y lleve a cabo de forma continua varias acciones:
- Movimientos de reforma de las políticas de arriba hacia abajo (top down) a partir de evaluaciones y desde la iniciativa de las personas con responsabilidad política (movimientos que consolidan derechos y estructuras). - Movimientos de innovación social escalables de abajo hacia arriba (bottom up) a partir de experiencias piloto o iniciativas sociales, que pueden ser planteadas por muy diversos agentes (movimientos más líquidos, que remueven y transforman).
Este maridaje entre el conocimiento y la política social nos debería llevar a una suerte de smart policies cada vez más atentas a la escena internacional y adaptadas al escenario local; cada vez más apoyadas en datos consistentes y contrastes rigurosos; cada vez más capaces de integrar agentes y objetivos diversos, ganando en legitimidad y sostenibilidad. La ciencia y las metodologías de análisis predictivo en tiempos de pandemia nos dan una pista de lo necesario de este maridaje. También, sobre todo, porque todos los riesgos globales, locales, presentes y futuros, desembocan en riesgos sociales tarde o temprano, de la mano del aumento de la desigualdad, que constituye la verdadera pandemia interior de la sociedad actual, y es a la emergencia social lo que la contaminación es a la emergencia climática, o un nuevo virus a la emergencia sanitaria. Por ello es importante producir una transformación de los actuales sistemas de protección social, incorporando lo que se ha visto y reconocido de utilidad en el abordaje de la emergencia climática y sanitaria. Las tecnologías predictivas de Simulación Social, la Inteligencia Artificial, los avances digitales o tecnológicos, y los modelos de Pensamiento Sistémico adaptado a sistemas sociales marcan un futuro que no debemos desdeñar para el cambio y el control sobre las dinámicas sociales patológicas que lastran el desarrollo humano sostenible. Un Instituto Tecnológico de Prevención y Transformación Social podría ayudar a crear la “columna vertebral” del cambio que necesitamos. Los métodos y técnicas que han demostrado rigor y consistencia intelectual para gestionar emergencias sanitarias o medio ambientales, pueden también usarse para detectar, analizar, predecir, prevenir y unir voluntades a la hora de afrontar los conflictos o emergencias sociales. Se trataría de tener siempre, listas y engrasadas, buenas ideas, medidas y proyectos en el laboratorio, pensadas para diferentes escenarios estratégicos, para aprovechar con acierto las ventanas de oportunidad política, evitando el oportunismo y la improvisación. Y todo ello, con transparencia, produciría el cambio en la cultura política que tanto necesitamos. Especial importancia tendrá la construcción de modelos de evaluación y sistemas de gobernanza en los que tengan voz las personas y, especialmente, las personas en situación de mayor vulnerabilidad o exclusión social. Hay un sistema de alertaLa extensión de un determinado tipo de servicios sociales (especialmente servicios residenciales, de tamaño grande para colectivos homogéneos), es percibida como insatisfactoria e ineficiente por la población y la comunidad científica, cuando a la vez las viviendas en propiedad de las personas usuarias de esos cuidados de larga duración permanecen vacías e improductivas. Además, esa España con muy escasa demografía y que sufrió éxodo durante el siglo XX, nos reclama a toda la sociedad que seamos emprendedores. Procede diseñar, experimentar, rediseñar y promover diferentes alternativas que busquen dar respuesta a las necesidades de alojamiento combinables con diferentes servicios sanitarios y sociales domiciliarios, comunitarios y virtuales. La conciencia social aparece a veces de forma súbita, porque en el nivel de organización social también hay un Sistema de Alerta. Existe una memoria social, y hoy en día tenemos mecanismos de auto escucha social más potentes que nunca. La construcción entre todos y todas de una cohesión social como sistema que busca igualar, junto con el uso de la tecnología y la ciencia como pilares, nos dan la oportunidad de realizar cambios profundos, de catalizar una visión compartida y de generar una conciencia social ampliada. Así se llegará a conseguir la confianza de la sociedad en sus instituciones, la cual es imprescindible para progresar. Para avanzar en esa Agenda 2030 que nos marca el rumbo necesitamos, sería interesante desarrollar una Estrategia Nacional de Servicios Sociales que establezca una senda armonizada e impida que las desigualdades se consoliden entre distintas zonas del territorio, buscando crear esas sinergias y estableciendo esos mínimos de dignidad obligados. La transversalidad de las variables requiere de la puesta en común de bastantes áreas de conocimiento, con la ciencia como base para diagnosticar, alertar, evaluar y corregir. Se trata de poner micrófono a los que ahora no tienen voz y de aplicar ciencia donde se exhibe ideología. La gestión de riesgos no tiene fronteras y el riesgo social necesita un enfoque distinto con innovación pública. Si no actuamos, el problema se agravará y terminará por desintegrarnos como sociedad. La pandemia nos está dejando efectos sociales devastadores, con cansancio crónico acompañado de mensajes en redes sociales que, en los grupos vulnerables, terminarán creando una dinámica explosiva. Las políticas sociales tienen ahora como objetivo principal el de auscultar para poder percibirnos, escucharnos, interesarnos, conocernos, hablar y actuar con un interés común: El bienestar sostenido y sostenible. Es cuestión de ética social actuar cuanto antes. Nieves Sánchez Guitián Secretaria de emprendimiento, ciencia e innovación PSOE Madrid |
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